miércoles, septiembre 30, 2009

Miedo a Carmen, de Gabriela Bustos Vadillo (selección)

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Durante mi reciente visita a Ciudad del Carmen tuve la suerte de conocer a Gabriela Vadillo (o Bustos Vadillo, parece que tiene algunos problemas de identidad, jeje).

Llegó al taller de novela sin estar inscrita. Dijo que iba de oyente y que "si le interesaba, se quedaba". Al parecer le interesó, pues se quedó a todas las clases, y no sólo a eso, sino que era la que más cuestionaba mis choremas y me ponía en predicamentos de los que gozaba provocar.

Luego supe que era la directora editorial de la revista En tierra de todos y que era poeta. Una poeta muy buena. Me regaló su libro Miedo a Carmen (Ediciones Manigua/FECA/CONACULTA), que escribió entre 2002 y 2004, cuando tenía 22 ó 23 años. Lo leí con avidez mientras esperaba subir al avión. Y lo seguido releyendo, redescubriéndolo desde entonces. Hacía mucho que la poesía de alguien no me impresionaba ni me afectaba tanto. Yo mismo hubiera querido tener esa voz a esa edad (es más, quisiera tener algo parecido a su voz poética ahora mismo).

Ahora reproduzco fragmentos de su libro. La poesía de Gabriela es directa, sin ambigüedades, descarnada, tremendamente cabrona. Podría parecer que uno de sus objetivos es escandalizar al personal (épater les bourgeoisie), pero en realidad se trata de una voz poética que viene del asombro, del encabronamiento, de la ternura, amistad y erotismo, de la incertidumbre, del deseo y del presentimiento de la muerte, de ser mujer (u hombre, vale madres, a todos les va igual con ella) en una ciudad como Carmen ("el sobaco del mundo", le dicen) donde hay todo y hay nada, donde la condición insular (que en realidad es la condición humana: todos somos islas, en realidad) nos enfrenta al inescapable destino de vivir. Ni modo, no hay de otra. Y te chingas, parece decirnos Gabriela.

En la poesía de Gabriela no hay lugar para el conformismo ni para la palabra "bonita" o "exquisita" sino una perenne insatisfacción, una combustión interna que la lanza hacia afuera, hacia algún lado, y sin embargo ella ha decidido quedarse ahí y consumirse completa, pero no sola, sino convidándonos de su poesía, de su palabra "emputecidamente encabronada" (casi la estoy citando).

Bueno, pues eso. (Y los dejo con ella, antes de que me volteé un madrazo).


SIN SALIDA

Me trajeron llorando. Mi madre no preguntó si lo
deseaba. En el camino mantuve lucha constante con los
mosquitos. Negué dormir en hamaca, bañarme a
cubetazos en casa de la abuela. No les permití me
alimentaran con mojarra, cazón, tortuga, pejelagarto.
Freír esas bestias era cosa de asesinos. Ni pozol ni
agua hervida. Odié a los borrachos, a las gordas
mujeres morenas que ignoran valen algo. Luché por no
contagiarme de su acento local. El mar café no merecía
mi traje de baño ocean pacific. A ver, ahora ¡sáquenme
del sur si pueden!

IDENTIDAD

Ese que anda con rumbo impuesto
a quien veo añorar sin poder hacer nada y la costumbre le mata
le es difícil olvidar estatutos no justificables
mientras viaja comiéndose la carretera
como si eso fuera la digestión de su pasado
Ese briago de las noches dispuesto a fraguar su propio suicidio
que despierta en cualquier cama temblando de miedo por el abandono
Ese no soy yo
Soy ella

NO TE SALVAS

Tuve novios, amantes, compañeros de viaje, amigos,
desconocidos. Declaraciones cursis, serias, ebrias.
Todo de maravilla. Recordé que el amor existe, la
muerte y la bohemia. Me detengo en el concepto como
piernas paralíticas, como barcos encallados en los
charcos callejeros. Mal me va. Si en otra vida descubro
al hijueputa parrandero mujeriego que inventó el amor,
de una buena madriza no se salva.

ARS ECONÓMICA

No tengo obligación de preguntar a nadie su parecer.
Estoy donde quiero con quien quiero. Cuando me lleva
el carajo es completamente mi culpa, pocas veces me
arrepiento. Mis vicios ya no están en boga, son cos-
tumbres. Mi madre es un amor superado, la admiro.
Con su ex cónyuge no logro ponerme de acuerdo pero
también lo quiero. Me place la realidad escrita en los
libros, esa es mi verdad. Llanto dolor risa cosas cursis
con las que aún vivo las acojo y despojo sin pensar en
comprorrusos.

Es decir, mi vida me pertenece en su totalidad, pese a
quien le pesen mis actos.

¿Cómo? Sencillo, me compré la libertad. Puedo pagar
mi existencia. En estos tiempos ser lo que se quiere
depende del dinero.

METONIMIA

Quieres que te cuente cómo tu cuerpo se volvió un
dedo. Sucede cuando deseo suspirar, cuando deseo
asumir el trozo de vida que me corresponde. Escuchar
tus pasos agitados en cualquier música. Disfrutar el
vicioso recuerdo de lo inevitable, darle al cuerpo un
regalo suculento. Que la almeja babee a su antojo.
Traer a la memoria un verdadero palenque entre las
piernas. Cuando sólo yo en mi cama, las sombras se
vuelven espectadores de un dedo que sustituye tu
cuerpo.


POR CUALQUIER COSA

Deseo llevarme todo. Las libretas que coleccionan mi
pasado, algunos libros, una vela. Mis calzones de
algodón para sentirme cómoda. Una botella de vodka,
un cartón de cervezas ocupa mucho espacio. Recuerdos
para continuar los poemas. Una falda corta para mostrar
las piernas. Los lentes para ver mi soledad. Por si
me toca el infortunio de comprobar si hay vida después
de la muerte.

BELLAS DE NOCHE

Sé de la lucha constante por no deformar sus rostros y
denotar asco. Fingir es el único placer. No pretenden
convertirse en damas de sociedad, muchas ni siquiera
ambicionan elegancia. El por qué es más sencillo, dinero
fácil. El constante trueque de la vida les parece práctico.
No se trata de perder valores, por el contrario, es
primordial, quinientos, mil, dos mil pesos. Con sus cortas
noches, sus pomposas nubes, los tacones van y vienen.
No hay tanta tragedia créanme.
A las putas les da igual.

SIN PREÁMBULO

No tengo ánimos de sentamos bajo la luz artificial de la
ciudad nocturna para conocer tu percepción del mundo.
Ni ocupar un poco mi infinito tiempo, escaso en
acciones, para descifrar símbolos de nuestro encuentro.
Impregnar la memoria con frases astilladas por
miles de lenguas. Sucumbir con la brillantez de unos
chintos ojos, en parla carmelita, vulgares e incipientes.
Tomamos de la mano para dar a conocer nuestras
posesiones. Fingir frío, tristeza, embriaguez para
aceptar. Propongo sólo un rápido y mutuo acuerdo.
Cojamos.

RECADO

-Disculpe. Hágame un favor. Si ve llegar a una señora
corpulenta como las de Botero, con el color de las
mujeres pintadas en el renacimiento. Seguro vendrá
vestida con un cotón que se robó de la selva de Gauguin,
donde deja ver un trasero en proporción a su grandeza
pero bien parado. La sonrisa delatará las pocas muelas
restantes que se olvidan al encontrar una boca-hermosa-
carnosa. El cabello bifurcado al día atraerá su atención,
todo el rostro en conjunto parece toronja. Notará al
instante una persona feliz. El tono de su voz evoca una
niña en un campo donde la tragedia se vuelve canción y
es fácil bailarla. Sus ojos plato de barro se van a dirigir a
usted. Iniciará la plática contándole su descontento por
el clima, el proceder de las personas al manejar, la
tardanza de los trámites en el país. Después preguntará
por mí. Dígale que no pude esperarla más. Es mi madre.


NOCAUT

Después de que un hombre te diga eres la más grandísima
puta, corre lo más rápido posible.
Si te obliga a ser decente a callarte cuando tienes objeción.
Si no tienes un orgasmo por su egoísmo, sólo
abres las piernas cuando él te lo pida con violentas pero
muy católicas formas.
Cuando menstruar es cosa del diablo, asqueroso. Si no
te permite emborracharte a la par, corresponder a las
infidelidades.
Corre tan lejos como puedas. Sí después del putazo que
le propines te alcanza, te mata.

DE ALLÁ PARA ACÁ

Allá no nos quieren. Acá nuestros políticos, artistas,
la gente cree fielmente que nos hacen trampa. No nos
dejan progresar. Allá piensan que somos una isla
borracha, marrana, sin planeación y es cierto. Acá creemos
que su linda capital nos oprime por envidia si
nosotros mantenemos al país, acá está el petróleo
¿no? Ustedes sólo piensan en la capital, juran su
malecón es más hermoso, la ciudad más limpiada. Cierto
sector se reparte premios, trabajo. Ustedes casi
yucas, nosotros casi tabasqueños. La isla no juega en
sus planes por las diferencias entre panes y
dinosaurios. Dejémonos de boludeces, es un hecho,
la isla tiene mejor encanto.


REPRESIÓN

Señoras ¿no se dan cuenta? Propician el machismo,
hipocresía, la infelicidad de algunas, la ceguera de
nuestra generación. Señoras ¿cómo es posible que
siendo mujeres también juzguen la libertad sexual de
otras fulanas? ¿Por qué puta, callejera, de cascos
ligeros? ¿Por tener cinco, veinte, tres hombres al
mismo tiempo, más joven más viejo? El sexo no hace
mal a nadie ni en exceso. No desestabiliza al país
económicamente, no crea guerras, por el contrario,
nos mantiene de buen humor. Señoras, si cerraran su
hociquito gozarían de los mismos beneficios, aunque
dudo muy a escondidas no lo hagan. No sigan fregando
a esta sociedad de por sí enferma, así no vamos a
mejorar. Señoras ¡dejen de hablar y pónganse a coger!


SIN PUTA DUDA

Emputecidamente observo las nalgas de los hombres,
su machismo. En mi puta conciencia ya olvidé cuántos
cargo. Cuánto es mucho o poco. En esta putísima
vida no hay opción. Debo acoplarme al mundo, entender
sus reputas caricias, rascarme con mis rameras
mañas. El puto azul príncipe no existe. Es putamente
convenenciero el rol feminista. Quién paga, cede. Es
débil, finge. Entonces mi lugar, putañeras ideas,
postura y formas no deben ser estáticas. Prostituidas
de acuerdo a las necesidades. Con la misma putería no
acepto mis errores en el reflejo de nadie. En ocasiones
llevo la pendejez a flor de piel. Hasta la madre
salgo del bar en busca de hamacas de dudosa reputación.
Quién quiere soportarme.
Tan putas Andrea y yo no podemos con cualquiera.


CUALQUIER DOMINGO ABRO LAS
PIERNAS

No logro traerte a la memoria ¿Cómo eres? Presumo
tienes manos y espantosas nalgas. La gordura de tus
piernas ¿me incomodó? A mí los hombres me gustan
morenos ¿quebraste las reglas? En tus ojos pienso
que descansé al menos siete segundos. Tu voz ¿de qué
hablabas? Ah sí, coooño. En algún momento callaste,
fue después de que.
No fumas, casi segura. Había una cama, era tu casa,
completamente sobria ¿Quién asistió? ¿Nico o
Andrea? Aprendí tu apodo no tu nombre. La almeja
cada vez que respira te recuerda pero no sabe hablar.
Cualquier domingo me enamoro, abro las piernas y al
lunes siguiente no logro traerte a la memoria.


DIRECCIÓN

No al centro ni al norte
Es en el sur muy cerca del mar
Frente a un expendio de cervezas justo donde doblan
las saudades antes de llegar al suicidio
Tres cuadras delante del sobaco del diablo donde
hay un charco de petróleo
Un letrero dice camaron 40 kilo
Cruzas la calle y encontrarás el número 7
Ahí vivo
En un cuerpo color cósta

lunes, septiembre 28, 2009

La condición insular

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La semana pasada estuve en Ciudad del Carmen, Campeche. Fue la tercera vez que viajé allá, a impartir cursos en la Universidad Autónoma del Carmen. En esta ocasión fue un mini taller de novela, al que se unieron alumnos de la Maestría en Artes de la misma UNACAR. Varios de ellos participan en una red cultural que organiza talleres, cursos y eventos culturales, como la exposición de Francisco Toledo que organizaron en el Centro Cultural Universitario de la UNACAR y a cuya inauguración fui cordialmente invitado.

Además, editan la única revista cultural independiente de toda la isla: En tierra de todos. La directora editorial es la poeta Gabriela Vadillo y el diseño es de Anel Jiménez Cruz y del artista visual Alejandro Pérez Falconi. Llevan apenas cinco números y está dedicada fundamentalmente al ensayo y el comentario cultural. Los números son monográficos. Los dos últimos son sobre literatura y salsa y sobre niños.

Su blog es: http://revistaentierradetodos.blogspot.com

Por otro lado, como ya se está haciendo costumbre, el maestro Daniel Casanova , profesor del Campus II de la Preparatoria de la UNACAR, invitó de nuevo a este tundeteclas a aventarles un choro mareador acerca de poesía y literatura a los alumnos de las materias de lectura y redacción y creación literaria.

Y como siempre, para mí es una delicia convivir con los muchachos que les gusta leer y tienen inquietudes literarias, sobre todo cuando se trata de alumnos de los estados de la República. A los capitalinos a veces se nos olvida que seguimos siendo víctimas del centralismo y que en algunos lugares la oferta cultural es tan escasa que lo que aquí hasta desdeñamos, en otros lugares la aprovechan al máximo.

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Con los chavos de la prepa

El maestro Casanova, contra viento y marea, ha sacado adelante su proyecto de fomento a la lectura “Liber-A-Nos”, que incluye salas de lectura, clubes del libro, visitas a primarias y secundarias donde los alumnos de la prepa leen a los alumnos más pequeños, etcétera. Eso es lo más importante: no se trata de un proyecto de los maestros únicamente, sino que son los alumnos los principales involucrados.

Este proyecto ha tenido tanto éxito que se han abierto ya 10 salas de lectura en los planteles educativos y se ha sumado al programa estatal y nacional de fomento a la lectura. Las salas de lectura son lugares abiertos con sillones cómodos donde cualquier niño o adulto, sin necesidad de ninguna credencial, puede solicitar prestado un libro y llevárselo a casa, con la promesa de devolverlo en cuanto lo termine de leer. Me cuentan que es mínimo el número de libros que no regresan, que son básicamente los adultos los que se los quedan hasta para venderlos, pero que los niños sí cumplen su palabra.

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El stand de "Liber-A-Nos" en la Expo Ciencias

Ha tenido tanta aceptación el programa que una delegación de alumnos, junto con el maestro Casanova, viajaron a Túnez en julio pasado para representa a México en la Expo Ciencias Internacional, en el área de Ciencias Sociales y Humanidades.

Como el maestro Casanova no da paso sin huarache, también aprovechó para invitarme como evaluador de los proyectos científicos de la Expo Ciencias de la Preparatoria de la UNACAR. El que más me llamó la atención fue el del “Periódico Ecológico de la Pandilla Científica”, formado por alumnos de quinto año de primaria, que a través de artículos y dibujos emiten mensajes para despertar la conciencia ecológica de niños y adultos.


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Los niños de la Pandilla Científica

Quizá para algunos todos estos esfuerzos puedan parecer de poca trascendencia, pero puedo asegurar que para quienes los impulsan y, sobre todo, para quienes se ven beneficiados con ellos (que en su mayoría son niños y jóvenes) significan mucho.

Y no es cosa menor lo que sucede aquí: durante años, a pesar de que en las costas de Ciudad del Carmen se han extraído los millones de barriles de petróleo que han mantenido y siguen manteniendo al país, a los carmelitas les ha tocado poquísimo de esa bonanza de la que se llenan tanto la boca los políticos locales y nacionales.

Creo que parte de la respuesta a la indolencia gubernamental relacionada con la cultura es que las propuestas, los proyectos y el trabajo provengan de los propios educadores, artistas y creadores, incluido el mismo público, dejando atrás de una vez por todas el paternalismo, el patrimonialismo y la corrupción.

Si de por sí parece que no hay gobierno y que a los políticos parece valerles madre la cultura, pues de una vez hay que tomarles la palabra: mandarlos a volar y hacer que los proyectos funcionen desde abajo, sin esperar dádivas que nunca llegan, como si nos estuvieran haciendo el favor.

A final de cuentas, si no lo hacemos nosotros mismos, ¿quién diablos va a venir a hacerlo por nosotros?

sábado, septiembre 19, 2009

Tratado de impaciencia No. 90

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El jueves fue un día gris. Incluso escribí un poema sobre eso mientras iba en el tráfico. Al parecer lo conjuré, porque el viernes fue todo lo contrario.

Salí a las tres de la terde de la oficina para llegar a las cuatro a la colonia Roma, a un estudio de grabación donde me harían una entrevista. El taxi se fue el segundo piso del Periférico y aunque el chofer tomó la salida equivocada y me cobró de más, de todos modos llegué media hora antes.

Para aprovechar el tiempo, crucé la calle y vi un restaurante dizque italiano, vacío. Entré y un chavo de pelo chino, sin pinta de mesero, pero con delantal, no me ofreció ninguna carta ni menú, pero me dijo que podía pedir pizza o pasta. Le dije que cómo era la pasta. Me dijo que normal, con crema y champiñones. Órale, le dije. Pedí una coca, saqué un libro y me puse a leer. Como música de fondo sonaban unos tangos a volumen excesivo, sobre todo tomando en cuenta que yo era el único comensal. Luego, llegó otro chavo, también sin pinta de mesero ni nada, se puso un delantal, se sentó en una mesa y abrió su laptop, mientras platicaba con el mesero anterior y lo que yo supuse que era el cocinero, otro chavo chaparrito que hacía algo delante de la estufa.

Yo revisaba constantemente mi reloj, pues no quería llegar tarde a la entrevista. Pero la pasta era la retardada. Pasaron 20 minutos. Seguían sonando los tangos a todo volumen. Me empecé a desesperar. El chavo de pelo chino sin pinta de mesero lo notó y me dijo: “En tres minutos sale su pasta, señor”. Pasaron no tres sino seis minutos más. Por fin llegó la pasta, así, solita, huérfana, sin siquiera una méndiga canastita de pan para acompañarla. Nada del otro mundo, pero obviamente estaba caliente, así que le soplé lo más que pude y la engullí de inmediato. Eran las cuatro en punto. Me acerqué a la barra para pagar. Acababa de llegar otro chavo sin pinta de mesero, con una mochila al hombro. Le pido la cuenta. Entra a la cocina a preguntar. Me cobra 54 pesos. Sale el chavo chino y me pregunta: “¿Le gustó la pasta, señor?” Gruñí que sí.

Mientras cruzaba la calle, me puse a pensar luego por qué la gente se sorprende del fracaso de sus negocios, si se ve que les vale madre cómo dar un servicio adecuado a la gente. De todos modos voy a pagar, no me van a regalar nada. Pensé que a lo mejor se trataba de un grupo de chavitos “emprendedores” recién egresados de alguna universidad privada que utilizaron sus ahorros (o le pidieron prestados a sus papis, o peor: consiguieron incautos —perdón quise decir “inversionistas”) para montar un restaurante italiano, “pero acá, wey, cool, nada que ver con los otros, con ambiente y música chida, cero lo mismo”. Es decir, un restaurante “con concepto” (cualquier pendejada que signifique eso), pero con nula idea de lo que significa el servicio al cliente.

Llegué al estudio, que en realidad era una estación de radio semivacía. Me entrevistó una chica preciosa con nombre de novela de escritor catalán (eso de “me entrevistó” es un decir: ella apenas me hizo la primera pregunta y me descosí como hilo de media). En quince minutos habíamos finiquitado el asunto. Salimos a la calle y dijo que iban a pasar por ella. Como todo había sido tan rápido, no quise desaprovechar la oportunidad de seguir admirando sus ojos claros y su entallado vestido azul, así que decidí acompañarla en su espera. Afortunadamente, su amigo, un colombiano con quince años de vivir en el DF, se tardó más de media hora en llegar, a pesar de las especificaciones que le hacía ella por el celular. Mientras me contaba la “historia del secuestro de Ronald McDonald” (tan buena, que por primera vez me dieron ganas de robarle a alguien una anécdota para escribir un cuento), vimos que en la acera de enfrente se estacionaba una limusina blanca hecha de Hummers con sendos moños verde limón a los extremos del vehículo. Llegamos a la conclusión que no podía ser de narcos ni de ricachones, sino que muy probablemente era de algún líder sindical, específicamente del magisterio y casi seguramente de la señora que mantiene secuestrada al sistema educativo mexicano.

En eso estábamos cuando nos llamó la atención una pequeña multitud que se acercaba a la estación: cerca de una docena de mujeres rodeaban a un tipo chaparrito, barrigón (específicamente tenía panza chelera), mal fajado y que portaba una banda tricolor en la frente: ¡era nada menos que “Juanito”, el delegado electo de Iztapalapa! De seguro venía a la estación a que lo entrevistaran. Me intrigó que un hombre con una cámara de video no perdía detalle de las acciones y gestos del hombre del momento de la política nacional. Y también me intrigó que Juanito no trajera consigo una penca de plátanos, pues su pinta no puede ser calificada sino de simiesca. Incluso los brazos le cuelgan y camina bamboleándolos de un lado a otro cuando camina.

Finalmente, el amigo colombiano llegó y yo me despedí de la preciosidad. Atravesé la calle y tome un taxi. Enfilamos hacia la Terminal de Autobuses de Oriente, conocida popularmente como la TAPO, por avenida Chapultepec. El chofer traía sintonizada una estación de noticias. Al pasar avenida Cuauhtémoc, el tráfico se puso pesado. Vi en el cielo un helicóptero que daba vueltas y volaba muy bajo cerca de ahí. Fantasié con la posibilidad de que transportara a algún funcionario de Hacienda, las hélices se enredaran con los cables de la luz y la nave se estrellara contra un edificio. En el radio, una voz reportaba que al parecer había sucedido una balacera en el interior del vagón del Metro Balderas y que habían llegado quince patrullas e igual número de ambulancias. Que al parecer había dos muertos y varias personas desmayadas. Y mientras escuchaba esto el taxi pasaba precisamente por la calle de Balderas por Río de la Loza. En efecto: ahí estaban las patrullas y las ambulancias, personas arremolinadas en la salida del Metro, otras corriendo y cruzando la calle por entre los automóviles. Afortunadamente, el tapón duró pocos minutos y llegamos a San Lázaro más pronto de lo esperado.

Compré el boleto a Puebla y de pura suerte el camión estaba a punto de salir. Subí, me instalé, saqué un libro y me puse a leer. En las pantallas estaba una película de Walt Disney sobre una secundaria de hijos de superhéroes. Lo único bueno era Kelly Preston, la esposa de John Travolta en la vida real, que aún está de muy buen ver. Entonces escuché una voz detrás de mí: “¡Quihóbole, mano, cómo estás!” Me volví por encima del respaldo y vi que era un tipo bigotón, algo barrigudo y medio pelón, con un portafolio abierto en el asiento de junto, que hablaba por teléfono. Valiéndole absolutamente madre la privacidad de los demás pasajeros había instalado su oficina en el autobús y se pasó las poco más de dos horas que duró el viaje hablando por teléfono. Afortunadamente, yo traía mi reproductor de MP3 con el nuevo disco de Kiss acabadito de bajar de Internet y por unos minutos me aislé las conversaciones del tipo, que hablaba de bonos, intereses y pagarés, por lo que pude intelegir entre canción y canción. Juro que a punto de bajar todavía le habló a su esposa para avisarle que ya había llegado. A lo mejor era una medida de prevención para que el Sancho no le diera una mala sorpresa. Vaya uno a saber: la gente es tan rara y más los poblanos. Si lo sabré yo, que casi toda mi vida viví en la casa de uno.

Casi al bajar, revisé los mensajes del celular. Había una llamada perdida con sufijo de Puebla pero con un teléfono que no reconocía. Marqué, no fuera a ser una cosa importante, y me contestó César, uno de mis alumnos de la clase de Novela. Él y otras compañeras del salón me invitaban a un bar a tomar algo. Como pude, logré apuntarme la dirección en el dorso de la mano y tomé un taxi. Le di al chofer las mismas explicaciones que me había dado César. “Me dijeron que está cerca del centro”, apunté. Pero el chofer sentenció: “No, esas calles están cerca de Plaza Dorada. Ha de ser uno de los bares que están adentro”. Había tráfico, a fin de cuentas el clima estaba rico, no había llovido. Traté varias veces de comunicarme de nuevo con César para verificar, pero el teléfono me mandaba al buzón de voz. Llegamos a la Plaza Dorada (una especie de Perisur poblano). Me bajé y di una vuelta. Nada de bar. Pregunté a un policía: “No, joven, ese bar está en el centro”. ¡Carajo! ¿Y ahora?

Salí a la calle, tomé otro taxi y le expliqué mi predicamento al taxista. Me dijo que sí, que había un bar con ese nombre en el centro. Pues vamos allá. Le pregunté si había vida nocturna animada en Puebla. “N’ombre, joven. Aquí no es como en otros estados. Aquí casi en cada cuadra hay un lugar de ambiente, con muchachas y todo. Ya ve que al gober le gusta el relajo”. Reí y le pregunté cómo iba la carrera por la gubernatura. En tanto, seguí intentando comunicarme con César. Hasta que al fin me contestó una voz de mujer. Le expliqué lo que había pasado y que ya casi llegábamos al centro. “No, el bar sí está cerca de Plaza Dorada, sobre la misma calle, pero derecho”. Oh, qué la… Pues ahí vamos de retache, hasta que por fin llegamos al lugar. César ya me esperaba afuera. El cabrón taxista me cobró como si hubieran sido dos dejadas. Lo importante es que por fin había llegado.

El lugar era un minúsculo cantabar, hasta el full, como era de esperarse en viernes. Ahí estaban Esperanza, Coty, Martha y una amiga de ésta. Pura chaviza, pues. Pedimos cerveza y unos tacos. Yo me tomé dos tequilas para darme valor, pues querían que yo cantara. Y como yo me debo a mi público…

Pero antes forcé a los chicos a que cantaran (destrozaran, más bien) “Tú y yo somos uno mismo”. Cuando regresaron a sus lugares, le dije a César: “Te felicito: está cabrón que alguien cante peor que Diego Shoening”.

Entonces y pedí “El loco” de Javier Solís. Que no la tenían. “Esclavo y amo”, pues. La interpreté con paradita de trompa y toda la cosa. Un cabrón chamaco me gritó: ¡Viva Luchiano”. Agradecí los aplausos y pidieron otra, pero las chicas ya se querían ir a dormir. Tendríamos clase a las ocho de la mañana.

Me fueron a dejar a mi hotel, El Mesón de San Sebastian, donde las habitaciones son como celdas monacales, de techos altos y camas de latón, con televisión pero que no agarra el cable, y te dan la llave con una gigantesca cruz de madera, con el nombre de la habitación grabado, todas tienen nombre de santos. Extraordinariamente dormí de un tirón hasta las siete de la mañana.

En media hora estuve listo y la mañana estaba fresca, contrariamente a las semanas anteriores, que estuvieron nubladas y hasta lluviosas. En el Oxxo del camino me compre un café. Entonces, al pasar frente a la Catedral, caí en cuenta: era 19 de septiembre. Mi padre hubiera cumplido 90 años hoy. Falleció apenas en octubre pasado. Y ahí estaba yo, en la ciudad donde había nacido él, pisando quizá la misma calle que él había pisado tantas veces hace tantos años. Apuré el café. Se lo brindé a él.

jueves, septiembre 17, 2009

Día oliverino

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por Guillermo Vega Zaragoza

Día sucio.
Día grisáceo.
Día desaseado.

Día en taxi.
Día sin ruedas.
Día embotellado.

Día pluvioso.
Día sentido.
Día lágrima.

Día gallina.
Día sin huevos.
Día cobarde.

Día centrífugo.
Día sin centro.
Día periférico.

Día iluso.
Día desengañado.
Día incrédulo.

Día distraído.
Día desllevado.
Día inmóvil.

Día imbécil.
Día aburrido.
Día inútil.

Día sin sol.
Día sin fuego.
Día desfogado.

Día inmaculado.
Día con manchas.
Día dálmata.

Día de ratas.
Día de gatos.
Día noctívago.

Día giróvago.
Día oliverino.
Día girondiano

martes, septiembre 08, 2009

21 Balas: Antología de poesía mexicana actual

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Hace un par de meses apareció en España el libro 21 Balas: Antología de poesía mexicana actual, compilado por el poeta Antonio Orihuela, luego de consultar un catálogo de más 800 poetas con obra publicada de toda la República Mexicana.

Y bueno, pues resulta que entre esos seleccionados se encuentra este tundeteclas con un puñado de poemas tomados de mi primer poemario Desde la patria del insomnio (Fridaura, 2007) y algunos aparecidos en este remedo de blog.

Entre los poetas incluidos se encuentran algunos conocidos y amigos, como Cosme Álvarez, Rocío Cerón, Rosina Conde, Esaú Hernández, Juan Manz, Dante Medina, Omar Pimienta, Mara Romero y Heriberto Yepez, entre otros.

El libro es una coedición de AECID, la Fundación Juan Ramón Jiménez, la española if ediciones y la mexicana Solar Servicios Editoriales. La versión azteca del libro aparecerá próximamente, editada por Solar.

Pero además todos los recursos recaudados por la venta del libro irán destinados al proyecto SBQ de construcción de un Centro de Acogida Infantil en Alto Moche, Perú.

Si desean más información al respecto, pueden visitar la página de SBQ aquí.

lunes, septiembre 07, 2009

La naturaleza del placer

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Por DAVID FOSTER WALLACE

La mejor metáfora que conozco de lo que significa ser escritor se encuentra en Mao II de Don Delillo, en él describe el libro-en-progreso como una especie de niño horriblemente deformado que sigue al escritor a todas partes, siempre gateando tras él (arrastrándose por los pisos de los restaurantes donde el escritor trata de comer, apareciéndose al pie de su cama apenas amanece, etc.), espantosamente defectuoso, hidrocefálico, sin nariz, con brazos de aleta, retardado, incontinente, rezumando fluido cerebro-espinal de su boca mientras gimotea y llora y reclama a gritos al escritor, pidiendo amor, exigiendo la única cosa que su espantosa fealdad le garantiza: la atención total del escritor.

El tropo del niño deformado es perfecto porque captura la mezcla de repulsión y amor que el escritor de ficción siente por lo que está escribiendo. La ficción siempre llega como algo espantosamente defectuoso, tan horrible que traiciona las esperanzas que tenías puestas en él —una caricatura cruel y repelente de su imaginada perfección—, sí, en efecto: grotesca debido a su imperfección. Pero es tuyo, el niño es tuyo, y lo amas y lo haces saltar sobre tus rodillas y limpias el fluido cerebro-espinal de su reducido mentón con el puño de la única camisa limpia que te queda (tienes sólo una camisa limpia porque has dejado de lavar la ropa durante tres semanas, porque finalmente este capítulo, o personaje, parece, temblorosamente, a punto de completarse y funcionar y te aterroriza desperdiciar el tiempo en otra cosa que no sea trabajar en él, porque si miras hacia otro lado durante un segundo lo perderás y condenarás a la criatura a seguir siendo horrible). Así que amas al deformado infante, lo compadeces y lo cuidas; pero también lo odias —lo odias— porque es deforme, repelente, porque algo grotesco le pasó en el parto de la cabeza a la página; lo odias porque su deformidad es fu deformidad (puesto que si fueras un mejor escritor de ficción tu infante luciría como esos niños de los catálogos de ropa para bebés, perfecto y rosadito y cerebro-espinalmente continente) y su terriblemente incesante respiración es una devastadora acusación en todos los niveles en tu contra... y por eso lo quieres muerto, a pesar de que lo adoras y lo limpias y lo haces saltar sobre tus rodillas e incluso le das respiración de boca a boca cuando parece que su propia fealdad ha bloqueado su respiración y podría morir por completo.

Toda la cosa parece confusa y triste, pero al mismo tiempo es también tierna y conmovedora y noble y buena —es una suerte de consanguineidad genuina— e incluso en la cúspide de su fealdad el deformado infante de algún modo conmueve y despierta lo que sospechas es algo de lo mejor que hay en ti: la parte oscura, la parte maternal. Amas enormemente a ese niño. Y quieres que otros lo amen también cuando llegue finalmente el momento de que el deformado infante salga y enfrente al mundo.

Así que te encuentras en una situación algo incierta: amas al niño y quieres que otros lo amen, pero eso significa que esperas que los otros no lo vean correctamente. De algún modo quieres engañar a la gente; quieres que consideren perfecto lo que en tu corazón sientes que es una burla de la perfección.

O no quieres engañar a esa gente; lo que tú quieres es hacerlos ver y amar a un adorable, milagroso, perfecto infante y que lo vean y lo sientan correctamente. Tú quieres estar terriblemente equivocado, quieres que la fealdad del deformado infante no sea más que el producto de tu extraño delirio, de tu alucinación. Pero eso significaría que estás loco; que has visto, evitado, sentido repugnancia por horribles deformidades que de hecho (te persuaden) no existen. Seguramente quieren decir que no eres muy despierto que digamos. Peor: querrá decir también que viste y despreciaste la fealdad de algo que tú hiciste (y amas), de tu engendro, y en cierto modo de ti. Y esta última esperanza representaría algo peor que sólo una mala paternidad; sería una especie de autoagresión, casi de autotortura. Pero es lo que quieres: estar completa, suicida, demencial-mente equivocado.

Sin embargo aún queda mucho placer. No me malentiendan. En cuanto a la naturaleza del placer, aún recuerdo esta breve, extraña historia que escuché en la escuela dominical cuando tenía la altura de una boca de incendios. Tenía lugar en China o en Corea o en algún lugar semejante. Parece que había un viejo granjero en las afueras de un pueblo en la zona de las colinas que trabajaba en su granja con su hijo y su querido caballo. Un día, el caballo, que no sólo era querido sino vital para el trabajo intensivo de la granja, rompió el cerrojo de su corral, o lo que sea, y corrió hacia las colinas. Los amigos del viejo granjero se acercaron para hablar de la mala suerte que eso significaba. El granjero sólo encogió los hombros y dijo: "Buena suerte, mala suerte, ¿quién lo sabe?" Unos días después el caballo regresó de las colinas en compañía de una valiosa manada de caballos salvajes y los amigos del granjero se acercaron para felicitarlo y hablar de la buena suerte que había traído la escapada del caballo. "Buena suerte, mala suerte, ¿quién lo sabe?", fue todo lo que contestó el granjero encogiendo los hombros. Este granjero me suena ahora más yiddish que granjero chino, pero es así como lo recuerdo. El granjero y su hijo comenzaron a domar los caballos y uno de ellos expulsó al hijo de su lomo con tal violencia que le rompió la pierna. Y entonces llegaron los amigos a compadecerse del granjero y a maldecir, por supuesto, la mala suerte que habían traído a la granja los malditos caballos. El viejo granjero se limitó a encoger los hombros, y dijo: "Buena suerte, mala suerte ¿quién lo sabe?" Pocos días después el ejército imperial chino o coreano, o lo que sea, pasó por el pueblo reclutando a todos los hombres capaces de diez a 60 años como carne de cañón para algún sangriento conflicto que evidentemente estaba preparando, pero cuando vieron la pierna rota del hijo lo dejaron en una especie de 4F [no apto para el servicio] feudal y en lugar de ser víctima de la leva el hijo permaneció en la granja junto a su viejo padre. ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?

Esta es la clase de clavo ardiendo al que te agarras cuando abordas, como escritor, el tema del placer. Al principio, cuando comienzas a tratar de escribir ficción, la tarea es puro placer. No esperas que nadie más la lea. Escribes casi por completo como escape. Para permitirte tus propias fantasías y desviaciones lógicas y escapar de, o transformar, las partes de ti que no te gustan. Y funciona, y es terriblemente divertido. Luego, si tienes buena suerte y a la gente le gusta lo que haces y comienzas a recibir una paga por ello y consigues que tu trabajo sea tipeado profesionalmente y encuadernado y acompañado por un texto de contraportada y reseñado e incluso (una vez) leído una mañana en el metro por una linda muchacha que ni siquiera conoces, proporciona incluso mayor placer. Durante un tiempo. Luego las cosas comienzan a ser complicadas y confusas, por no decir atemorizantes. Ahora comienzas a sentir que escribes para otra gente, o al menos así lo esperas. Ya no escribes como escape, lo cual —puesto que cualquier clase de masturbación es solitaria y hueca— es probablemente bueno. ¿Pero qué es lo que reemplaza el motivo onanista? Has visto lo mucho que disfrutas que tus escritos le gusten a la gente, y descubres que estás extremadamente ansioso de que a la gente le guste el nuevo material en el que estás enfrascado. El motivo del puro placer personal comienza a ser suplantado por el deseo de ser querido, de que haya gente que no conoces que te quiera y te admire y piense que eres un buen escritor. El onanismo como motivo le cede el paso a la tentativa de seducción. Ahora bien, la tentativa de seducción es difícil, y el placer es minado por un miedo terrible al rechazo. Cualquier cosa que signifique "ego", el tuyo está en riesgo. Tal vez "vanidad" sea una palabra mejor. Porque notas que una buena parte de tu trabajo se ha convertido ahora en un alarde, un intento de hacer que la gente piense que tú eres bueno. Es comprensible. Tienes buena parte de ti en el tapete, ahora, al escribir, tu vanidad está en juego. Descubres un pequeño truco sobre la escritura de ficción: una cierta dosis de vanidad es necesaria para realizarla, pero cualquier vanidad mayor a cierta cantidad es letal. En cierto punto descubres que un poco más del 90 por ciento de lo que estás escribiendo es motivado y moldeado por el deseo abrumador de ser querido. Esto se traduce en una ficción miserable. Y esta ficción miserable tiene como destino el cesto de los papeles, no tanto por una especie de integridad artística sino simplemente porque este trabajo miserable hará que no te quieran. En este punto de la evolución del placer literario, lo que siempre te había motivado a escribir es lo que te motiva ahora a lanzar tu trabajo al cesto de los papeles. Esto es una paradoja y una especie de doble vínculo que puede mantenerte atascado durante meses o incluso años, y durante ese periodo te lamentas, te retuerces y deploras tu mala suerte y te preguntas amargamente a dónde pudo irse el placer de escribir.

Lo inteligente, creo, es decir que la única forma de escapar de ese vínculo es esforzarte por regresar al camino de tu motivación original, el placer. Y si puedes volver al camino del placer, encontrarás que el odioso doble vínculo del último inútil periodo resultó ser realmente una suerte para ti. Porque el placer de tu trabajo había sido desfigurado por el extremo desagrado de la vanidad y el miedo, un desagrado que ahora estás tan ansioso de evitar que el placer que redescubres resulta más pleno y satisfactorio. Tiene algo que ver con el trabajo como juego. O con el descubrimiento de que el placer disciplinado es más gratificante que el placer impulsivo o hedonista. O con la comprensión de que no todas las paradojas tienen que ser paralizantes. Bajo la nueva administración del placer, escribir ficción se convierte en una forma de adentrarte en ti mismo e iluminar precisamente el material que no quieres ver o no quieres dejar que alguien más vea, y este material resulta por lo general (paradójicamente) el material que todos los escritores y lectores de todas partes comparten, el que sienten, al que responden. La ficción se convierte en un extraño modo de apoyarte a ti mismo y de decir la verdad en lugar de ser un medio para escaparte o presentarte en la forma que imaginas puede hacerte más querido. Este proceso puede ser complicado y confuso y atemorizante, y es también un trabajo duro, pero acaba siendo más placentero.

El hecho de que ahora sólo puedas mantener el placer de escribir confrontando las partes menos placenteras de ti, las que al principio evitabas o disfrazabas, es otra paradoja, pero esta paradoja no es ningún tipo de vínculo. Es un don, una especie de milagro, y comparado con él la recompensa del afecto de los extraños es polvo, pelusa.

(Traducción de Armando Pinto. Tomado de Crítica 133, julio-agosto 2009)

viernes, septiembre 04, 2009

TOMA 6: ¿ACTOR O “NO ACTOR”: HE AHÍ EL DILEMA

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En este número aparece una entrevista realizada por acá su tundeteclas de confianza a Fernando Eimbcke, laureado director de películas como Temporada de patos y Lake Tahoe.

En circulación, el número seis

de TOMA. Revista Mexicana de Cine

¿ACTOR O “NO ACTOR”:

HE AHÍ EL DILEMA

La actuación en el arte cinematográfico

  • Para realizar un filme no siempre se elige a los actores más profesionales, de más experiencia para protagonizarlas. También se recurre a gente que no se dedica a el arte dramático.
  • TOMA ofrece la opinión de los directores Carlos Carrera, Fernando Eimbcke y Carlos Reygadas, además de los actores Silverio Palacios y Gabino Rodríguez.
  • Se ofrece un relato sobre cine de Ricardo Garibay y vistas a festivales como docsdf y Short Shorts México, además de la Sociedad del Cine Tlatelolco.
  • Entrevistas con Fernando Luján por Cinco días sin Nora y con Eugenio Polgovsky por Los herederos. Artículos desde Costa Rica y Baja California.

Resulta una verdad evidente que los actores son la parte, si no más importante, al menos más visible del arte cinematográfico en el género de ficción. Pero son muy escasas las escuelas de cine que ofrecen la enseñanza actoral especializada. Paradójicamente, la mayoría de los actores de cine se forman en escuelas de teatro o de forma autodidacta en los foros de filmación.

En el cine mexicano ha destacado, recientemente, una corriente de cineastas que conforma sus repartos no con los actores renombrados en la industria fílmica nacional, sino con personas desconocidas y que incluso no tienen experiencia actoral alguna, pero que cumplen con las necesidades para crear sus cintas.

Justo a explorar estos terrenos, los de la actuación en el arte cinematográfico, se dedica el dossier del sexto número de TOMA. Revista Mexicana de Cine, publicación bimestral de reflexión, análisis e información en torno al fenómeno cinematográfico en México y en el resto del mundo que, desde septiembre circula por todo el país.

Las exigencias del escenario teatral y del foro cinematográfico son distintas. El cine narrativo, dedicado al relato de historias ficticias, requiere de seres humanos para contarlas, aunque dichos actores pueden estar entrenados para interpretar y aportar su talento y experiencia a la construcción de los personajes. O no requerirse.

Tres directores emblemáticos del cine mexicano responden estas interrogantes. Carlos Carrera, autor de Backyard /El traspatio (2008), define que la distinción entre actores profesionales y no profesionales “estaría en que algunos son más formales”. También influye que en el cine la formación teatral pueda traducirse como artificial: “al actuar de manera profesional y pasar por lo racional se mata la espontaneidad”.

El director de Lake Tahoe (2007), Fernando Eimbcke, opina a su vez que la combinación de actores profesionales con otros de poca o nula experiencia le permite mantener un equilibrio entre la técnica y la frescura en materia interpretativa: “No soy dogmático, pero me gusta arriesgar”.

Finalmente, Carlos Reygadas, realizador de Stellet Licht (Luz Silenciosa, 2007), advierte enfático que no usa actores “porque siento que la actuación, por muy buena que sea, no es más que el desempeño de una técnica que te impide ver algo que es más importante y que es la persona humana. Además, me gusta que la gente que aparece en mis películas no haya aparecido en ninguna otra”.

El actor Silverio Palacios, con más de cuatro decenas de filmes en su haber, entre ellas Conozca la cabeza de Juan Pérez (2008), explica que el histrión que está entrenado, puede ficcionar sin ningún movimiento de cámara, sin efectos sonoros, de luz o de maquillaje, sin gestos sostenidos durante algunos segundos y, así, envolver al espectador en un mundo ficticio. Otro joven actor, Gabino Rodríguez se pregunta si se aspira a actuar en el cine, un medio en el que los actores participan en una parte limitada del proceso: “El guión nos precede y la edición nos sucede. Nos insertamos en narrativas con principios preestablecidos que como actores corresponde aceptar”.

También se incluye un fragmento de la famosa entrevista de Jean-Luc Godard con Robert Bresson en la cual discuten sobre el uso de actores y “modelos”.

En el resto de sus páginas, TOMA presenta una entrevista con el documentalista estadounidense Godfrey Reggio —conocido por su colaboración con el compositor minimalista Philip Glass—, con motivo de su visita al país para participar en “Escenarios 09”. Y se ofrecen artículos relativos al Festival Internacional de Cine Documental docsdf y al Short Shorts Film Festival México, además de una reflexión sobre el cineclubismo actual, a propósito de la creación de la Sociedad del Cine Tlatelolco.

La sección de estrenos presenta un diálogo con Fernando Luján, Ari Brickman y Verónica Langer, respecto de la cinta Cinco días sin Nora (2007), de Mariana Chenillo. Y otra con Eugenio Polgovsky, documentalista mexicano que llevó a cartelera Los herederos (2008), trabajo ganador del Ariel a Mejor documental este año. Además, se abre una sección de reseñas con estrenos mexicanos de temporada.

La sección retake, vuelve al tema central del número cinco: “Reflexiones en torno a la educación cinematográfica”, mismo que define las disputas entre los escolásticos y los que creen en el aprendizaje del oficio definiéndolos como “técnicos contra rudos”.

También se publica un cuento del literato Ricardo Garibay, Ingredientes de arte, que parodia a los productores del cine con monstruos del espacio y bellas marcianas, amalgamados por cómicos taquilleros. La costarricense María de Lourdes Cortés, ofrece un repaso a la creciente producción fílmica en Centroamérica: Una región en busca de su industria. Y desde Tijuana, René Castillo nos da pormenores sobre el arribo al congreso en Baja California de la Ley de Cinematografía local.

El sexto número de TOMA. Revista Mexicana de Cine, editada por PasodeGato, Ediciones y Producciones Escénicas, circulará durante septiembre y octubre por todo el país en los principales locales cerrados como Sanborns, Caffé Caffé, librerías Educal y Gandhi.

Para entrevistas o mayor información, comunicarse a los teléfonos
56 88 92 32 y 56 88 87 56, al correo electrónico
revistatoma@gmail.com
o a las oficinas ubicadas en Eleuterio Méndez 11, Col. Churubusco-Coyoacán,
C. P. 04120, en la Ciudad de México.

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