jueves, marzo 31, 2011

La inútil resistencia

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Apocalipsis de las punto com dejó un paisaje de desolación y zozobra en muchos jóvenes emprendedores


por Guillermo Vega Zaragoza *


1.0 En Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación (Anagrama, 2008), Alessandro Baricco, enfundado en su chamarra de cuero para desempeñar el gustado papel de crítico cooltural que le queda tan bien, nos muestra un retrato detallado del "monstruo"; de esa nueva especie que "tiene branquias detrás de las orejas y que ha decidido vivir bajo el agua", de esos seres extraños que pueden respirar donde otros (generalmente mayores de 40 años) se ahogan; de esas hordas que aterrorizan tanto a personas como Andrew Keen; de esos "comentaristas de sí mismos, aficionados y con frecuencia analfabetos"; de esos "individuos sin un prestigio establecido que escriben descripciones de complejos fenómenos históricos, culturales y científicos, así como biografías de prominentes individuos"; de esa "nueva clase de narcisistas" que están "matando nuestra cultura" a través de Internet.

(Qué fuerte suena esto último, pero ¿es cierto?).

2.0 Comprendo a Keen. Yo era como él. Fui un ferviente seguidor de la nueva fe de La Red de Redes, de esa religión que creyó en un Mesías que a la hora de la hora resultó ser en realidad el Anticristo (¿sabían que si le asignan un valor numérico a las letras del nombre completo de Bill Gates y las suman, les dará como resultado 666? De veras, lo sé porque un día me llegó una cadena de correo electrónico que lo demostraba). El Apocalipsis de las punto com dejó un paisaje de desolación y zozobra, con muchos jóvenes emprendedores desamparados, que soñaban con ser multimillonarios gracias al cáliz maldito de Internet y de repente vieron sus sueños desvanecerse en el aire con sólo un clic. Y eso duele.

3.0 Lo recuerdo muy bien. Era 1993. Daba clase de periodismo en la UNAM. Les platiqué a los alumnos que en Estados Unidos existía una cosa que se llamaba Internet, una poderosa red de comunicación que iba a revolucionar la forma de aprender, de hacer negocios y, desde luego, de hacer periodismo. Mi entusiasta perorata la paró en seco una alumna menuda, que levantó la mano y ni siquiera esperó a que le diera la palabra: "Todo lo que dice está muy bien, pero ¿de qué nos sirve saberlo si aquí en México no tenemos nada de eso?". Eso fue hace 15 años.

4.0 Pero la cosa cambió radicalmente un tiempo después. Al iniciar el semestre preguntaba quién tenía cuenta de correo electrónico. La primera vez la proporción fue de 30-70 (30 que sí, 70 que no). Al semestre siguiente se equilibró 50-50, pero al inicio del siguiente (es decir, un año exacto después) la proporción fue de 99-1. En 1998, tan sólo un despistado no tenía cuenta de correo electrónico. Hoy, cualquier persona que no tenga idea de lo que es un e-mail es visto con sospecha y considerado un excéntrico, un mentiroso, un esnob, o algo peor: un radical antitecnológico.

5.0 Baricco nos muestra una fotografía algo desenfocada del "animal". Es lógico que esté desenfocada. Se encuentra en rápido movimiento, no se sabe aún a dónde se dirige ni a dónde nos llevará, pero lo cierto es que se mueve tan rápidamente que apenas alcanzamos a distinguir una ráfaga y unos cuantos rasgos de su comportamiento: le encantan las innovaciones tecnológicas; le encanta comprar y estar a la moda en todo; le encanta lo espectacular, lo llamativo, lo vistoso; sus valores supremos son la simplificación, la superficialidad, la velocidad, la medianía; sólo entiende lo que se acomoda a su forma de ver el mundo (que generalmente cabe en una pantalla de computadora o de televisión); lo único que le hace sentido es que las experiencias siempre estén en relación con algo más; no tiene sentido del respeto para el pasado, ni para lo elevado, lo culto, lo espiritual, ni lo noble. Todo lo que toca lo transforma, lo simplifica, lo manosea y lo utiliza para sus propios fines.

6.0 Los bárbaros son como esos invitados maleducados que de inmediato se meten a la cocina, abren el refrigerador y se arman un sándwich gigante con lo primero que encuentran y lo mezclan sin importar mucho si las cosas combinan o no. Lo que quieren es saciar el hambre, no armar un banquete.

7.0 Baricco ejemplifica con la cultura del vino y con el futbol, como campos tomados y ocupados por los bárbaros. Y ya llegaron a la cultura del libro. Sólo les faltaba la punta del ariete para derribar de una vez por todas la fortaleza y saquearla completamente. Cuando Baricco escribió su libro aún no aparecía, pero ahora es una realidad. Se llama Kindle y es el equivalente al iPod en el mundo del libro. Es un adminículo donde se puede leer, almacenar y comprar en tiempo real casi cualquier libro. Es sólo cuestión de tiempo que a la industria del libro (desde escritores hasta libreros) les suceda, si no entienden el sentido de los cambios y utilizan la imaginación, lo mismo que a la industria discográfica: una tierra desolada donde no se respeta nada ni a nadie, donde las disqueras y las tiendas de discos han sido desterradas, y los artistas han tenido que asumir las nuevas reglas o tratar de establecer otras. Ahí están los casos de los grupos Radiohead y Nine Inch Nails. El primero puso a disposición del público un nuevo disco desde su sitio de Internet y se podía pagar por él lo que se quisiera o considerara conveniente, o simplemente no pagar nada. El segundo, antes de que su nuevo disco circulara por las redes P2P (si no saben qué significa esto, evidentemente no son bárbaros y lo recomendable es que consulten el artículo correspondiente de la Wikipedia para enterarse), ellos mismos lo pusieron en circulación ahí, sin intervención de alguna disquera.

(Por cierto, el Kindle sólo se puede comprar en Amazon.com... por ahora).

8.0 Para los bárbaros más jóvenes, esa veneración casi fetichista por el disco o por el libro no les hace mucho sentido. Una vez, una alumna de primer semestre llegó al mostrador de la biblioteca de una costosa universidad privada y dijo: "Quiero rentar el libro fulano". El bibliotecario le explicó, escandalizado, que aquello no era un local de renta de videos, que los libros de las bibliotecas se otorgan en préstamo y que no tenía ningún costo adicional. La niña sonrió entusiasmada, mostró su credencial, le sellaron el libro y se fue. Por lo demás, los pasillos y cubículos de lectura de la bien nutrida biblioteca siempre estaban vacíos. Todos los alumnos se apiñaban en la sala de computadoras.

9.0 Resulta sintomático que, cuando está sucediendo todo esto, en la nueva Ley de Fomento a la Lectura y el Libro, recién aprobada por el Congreso, no se haga ninguna mención a los libros digitales ni a Internet. Es un poco como legislar para que se promueva sólo la construcción de nuevas pirámides de Teotihuacán. ¿Han observado a un joven bárbaro de 15 años cuando va a una librería? Se siente perdido en ese laberinto de pasillos y volúmenes apilados, y lo único que quiere es un empleado que le busque el libro que necesita (generalmente porque se lo pidieron en la escuela) y salir corriendo de ahí lo más pronto posible.

10.0 Pero Baricco, contrariamente a Andrew Keen, es un optimista y convencido de las bondades de la incursión de los bárbaros en "nuestra cultura", quienes, sí, están transformándola. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Resistance is futile, como dirían los personajes de Viaje a las estrellas.

(Por cierto, ¿sabían que cuando se estrenó la Novena Sinfonía de Beethoven el 7 de mayo de 1824, la gran mayoría de los asistentes al concierto en Viena salieron pitando, aburridos, y que un año después un prestigiado crítico musical inglés escribió esto cuando logró escuchar, por fin, El himno a la alegría: "Elegancia, pureza y medida, que eran los principios de nuestro arte, se han ido rindiendo gradualmente al nuevo estilo, frívolo y afectado, que estos tiempos, de talento superficial, han adoptado. Cerebros que, por educación y por costumbre, no consiguen pensar en otra cosa que no sean los trajes, la moda, el chismorreo, la lectura de novelas y la disipación moral; a los que les cuesta un gran esfuerzo sentir los placeres, más elaborados y menos febriles, de la ciencia y del arte. Beethoven escribe para esos cerebros, y parece que tiene cierto éxito si he de hacer caso a los elogios que, por todas partes, veo brotar respecto a este último trabajo suyo". Igualito que las modernas quejas de Keen, sólo que 184 años antes).

Los bárbaros de hoy serán los consagrados de mañana, dice Baricco. Y más vale empezar a aprender a nadar si no quieren ahogarse. Y perder el asco de cofraternizar con esos "monstruos" que son los artistas y escritores de hoy y del futuro, no se sabe aún si buenos o malos, pero sí, de seguro, diferentes.

* Ensayista y crítico.

Publicado en el suplemento El Ángel de Reforma.

domingo, marzo 20, 2011

V Encuentro de Poetas y Narradores Max Rojas, Ciudad de México 2011


V Encuentro de Poetas y Narradores Max Rojas Ciudad de México 2011

-Este año en homenaje a la poeta Norma Bazúa-

INAUGURACIÓN:

24 DE MARZO(19:30 hrs.)
Centro de Espectáculos PLAZA
Avenida de la República 127-a.
(Metro Hidalgo)

Presentación del libro Cuentos para incendiar la oscuridad
de Fernando Reyes. Comentan: Gustavo Alatorre, Arturo Alvar.

Modera: Adriana Tafoya.

Mesa de Lectura 1

Alina Hernández
Jorge Contreras
Mónica Gameros
María Eugenia Gaitán
Elva Cruz Durán

Mesa de Lectura 2

Ovidio Ríos
Iván Cruz Osorio
Manuel Pérez Petit
Andrés Cisneros de la Cruz
Gustavo Alatorre
Max Rojas

LECTURA Y BRINDIS

Viernes
25 DE MARZO (20:15 hrs.)
Bar El Fru Fru
San Jerónimo No. 56. Centro Histórico
(Metro Isabel la Católica)
Modera: Andres Cardo.

Mesa de Lectura 1

Santos Velázquez
Juan Carlos Valdovinos
Bárbara Oaxaca
Adrián Soto
Hortensia Carrasco

Mesa de Lectura 2

Rogelio Flores
Estephani Granda Lamadrid
Miguel Ángel Moncada
Raciel Quirino
María Cruz
Max Rojas

CLAUSURA

Sábado
26 DE MARZO (18:00 hrs.)
Teatro del Pueblo
(República de Venezuela No. 72 Centro Histórico)
Metro Zócalo

Modera: Gustavo Alatorre.

José Miguel Lecumberri
Inés Parra
Alicia Quiñones
Arturo Alvar
Rocío García Rey

Guillermo Vega Zaragoza
Arturo Terán y Mendoza
Esaú Corona
Adriana Tafoya
Norma Bazúa
Max Rojas

FONDO PICTÓRICO DE FELIPE GAYTÁN

jueves, marzo 17, 2011

Diplomado de Escritura y Pensamiento Literario en el LAAP

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El Laboratorio Académico para el Arte y el Pensamiento (LAAP) es un centro de educación, entrenamiento e investigación. Buscamos la formación profesional de humanos proficientes y sensibles, aptos para comprender el comportamiento de los nuevos símbolos y las estructuras culturales -cada vez más complejas- que hacen la coexistencia cada vez más difícil.

A través de un programa de educación académica e instrucción práctica, nuestros alumnos fortalecen sus criterios existenciales y desarrollan técnicas profesionales adecuadas a nuestro tiempo y nuestra realidad actual.

Alineados en proyecto y pensamiento con la Universidad Iberoamericana (departamento de educación continua) hemos integrado un cuerpo docente y una estructura de estudio-trabajo capaz de insertar a nuestros alumnos en sus respectivos medios profesionales con certeza y precisión.

Nuestra premisa educativa se basa en una proporción 70% práctica- 30% teórica. Todos nuestros maestros e instructores participan activamente en su campo de trabajo o especialización. Con la IBERO compartimos espacio y tiempo, para alcanzar mejores objetivos, y aprender en nuestros procesos. Creemos en las redes familiares, en la hermandad.

Y porque creemos en lo que pensamos, hacemos lo que somos; pensar antes de nombrar.

El próximo 22 de marzo inicia el Diplomado de Escritura y Pensamiento Literario.

Peligro: en la mirada habita el mundo con sus seres y cuestiones . El escritor compromete sus horas al vicio de la observación y la intertextualidad; hacerse uno con el discurso, explotar en el ensayo de una idea, descifrar el por qué de un porqué, o no hacer nada son tareas importantes.

Lo narrativo, lo poético, lo ensayístico, lo dramático y lo crónico componen este entrenamiento vocacional.

Inicia: 22 marzo de 2011
Duración: 2 años
Inscripción: $3,000
Mensualidad: $4,200
Horario: martes de 17 a 21 hrs y jueves de 17 a 20 hrs.
Lugar: Orizaba 127 Colonia Roma, México, DF.
Informes e inscripciones: 55 74 47 40
Correo electrónico: laap@laboratorioacademico.com

Programa:
  • Laboratorio de narrativa
  • Laboratorio de periodismo
  • Laboratorio de dramaturgia
  • Laboratorio de cuento
  • Laboratorio de ensayo
  • Laboratorio de poesía
  • Laboratorio de guión
  • Laboratorio de medios alternativos
  • Seminario de lectura crítica de poesía
  • Seminario de lógicas y narrativas de la cultura autoritaria
  • Seminario de crítica literaria
  • Seminario de discursos musicales
  • Seminario de narrativas científicas
  • Seminario de discursos y narrativas del arte
  • Seminario de discursos filosóficos
  • Seminario de escritura digital
  • Conferencias
Claustro de maestros:
Hugo Hiriart, Juan Villoro, Ricardo Pohlenz, Luigi Amara, Alberto Chimal, Guillermo Fadanelli, David Miklos, Ignacio Padilla, Cristina Rivera Garza, Ernesto Lumbreras, Daniel Sada, Pablo Soler Frost, Guillermo Samperio, Alejandro Toledo, Geney Beltrán y Guillermo Vega Zaragoza, entre otros.

Coordina:
Roberto Frías (Ciudad de México, 1969)
Escritor, periodista cultural, crítico literario y traductor. Cursó estudios de letras hispánicas, letras inglesas, cine y edición de libros. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores en el rubro de novela. Es colaborador de las revistas Letras libres y Revista de libros, y del suplemento Culturas, del diario barcelonés La Vanguardia. Es consejero de varias editoriales españolas como Mondadori, Anagrama, o Galaxia Gutenberg y de la agencia literaria Antonia Kerrigan. Ha traducido a Hanif Kureishi, Oscar Wilde y Thomas Hardy, entre otros. Su más reciente traducción es el Ramaiana, de Valmiki, publicado por Atalanta.

martes, marzo 15, 2011

Tentación

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por Guillermo Vega Zaragoza


Para Nora Dea

Estoy solo en mi departamento. En el estéreo de alta fidelidad suena el Beautiful Maladies de Tom Waits, lo mejor de su segunda etapa en la disquera Island. Me encanta esa canción que dice: “Todo está hecho de sueños, el tiempo está hecho de lenta dulzura y miel; sólo los locos saben de lo que hablo; tentación, tentación, tentación…” La verdad es que soy un nostálgico: compré el CD aunque bien podría haberlo bajado de Internet en unos cuantos minutos y cargarlo en mi iPod, pero me gustan las cosas genuinas, originales.

Noche de viernes. Llegué de la oficina a las 11:37. Demasiado tarde como para ir a cenar con alguna de mis amigas, ejecutivas exitosas de empresas multinacionales. A estas horas deben estar igual de molidas que yo, después de aguantar tanta mierda durante el día, soportando a los jefes que no tienen ni la más peregrina idea de cómo llevar su negocio y todo te lo endosan, para que se los resuelvas mientras se van al club o al golf o al demonio.

Compadezco a mis amigas porque las conozco. Me encuentro a Patricia en el Messenger. Hace apenas tres años era una verdadera reina: muslos poderosos, tetas orgullosas, labios prometedores. Hoy ya no es ni la sombra de eso: flaquísima, rehén de Mía y Bea; flácida, ojerosa; en resumen, una calamidad. Su lap se conecta automáticamente (lo sé porque la deja encendida toda la noche, y si no entiendes por qué lo sé, eres un idiota), así que puedo apostar que se encuentra respondiendo mails del trabajo, no importa que sea casi media noche. Le mando un mensaje obsceno y burlón, pero no me responde. Estoy tan solo que estaría dispuesto a soportarla, pero sé que eso es imposible.

Entonces prefiero navegar por las páginas de hi5.com, viendo y bajando fotos de ninfetas: niñas que ya se sienten mujeres, pero todavía no saben lo que es ser mujer; conocer hombre, pues, como se decía antes. Me encanta leer lo que ponen en sus perfiles. Se sienten muy cabronas, como si fueran todas unas vampiresas. Ah, pero cómo les encanta tomarse fotos: son todas unas seductoras. La gran mayoría de las fotos se las toman desde arriba, con sus camaritas digitales, para que se les vean unos senos inmensos, aunque en realidad apenas les estén saliendo. Pantalones ajustados, caritas inocentes. Algunas dicen que tienen 18 años, pero difícilmente llegarían a los 15 ó 16. A ésas por lo general las descarto. No me gusta meterme en problemas. Después de ver la película ésa de Hard Candy (donde una ninfeta le da una sopa de su propio chocolate a un i-stalker), yo mejor paso.

Pero la noche está floja. Aparte de un escritor gay que siempre se la pasa conectado a la caza de mancebos, sólo está una niña de 19 años que dice llamarse Gwen y cuyo estado se lee: “I believe in a thing called love”. Tiene una lista de 1,724 amigos y 358 fotos en su perfil, muchas de ellas con sus cuates en fiestas, en la escuela, en centros comerciales, en situaciones cotidianas, haciendo caras locas. Pero tiene una carpeta con fotos únicamente de ella, tomadas en la intimidad de su recámara, algunas en baños de antros (intuyo) o de casas a donde ha ido a fiestas. Me encantó la foto de su perfil: lente oscuros, pelo ensortijado, blusa negra ajustada estrujando sus pechos (imagino) apenas intocados. En el sistema de sonido sigue la voz cascada de Tom Waits (suena como si hubiera hecho gárgaras con un vaso rebosante de whiskey, clavos y vidrio molido): “Parece que mis amigos prefieren cosas que antes no querían. Vivir es lo único que vale la pena hoy. Voy a hacerle un hoyo a mi aparato de TV. No quiero crecer”.

Le mando un mensaje a Gwen. Me responde casi de inmediato en el chat. Quedamos en que yo pasaría por ella. Me da su dirección y salgo en mi Cirrus negro. No es el que merezco, pero aguanta hasta que pueda comprarme el BMW. En el iPod suena una selección de Chuck Berry (dudo que Gwen sepa quién es). La letra de “Sweet Little Sixteen” suena muy apropiada: “Parece modelo de portada de una revista, pero es tan guapa que ni parece de 17”.

Llego a la dirección indicada. Le marco por el cel. Sale por la puerta de un condominio. No se ve muy exclusivo, pero está preciosa de todos modos. Está igualita a sus fotos en hi5. En la muñeca izquierda porta una serie interminable de pulseras de plástico (lo que hace unos años se llamaban goomies y usaba Madonna en su video de “Like a virgin”). Me mira con sus grandes ojos marrones. Le llaman la atención mis lentes Salvatore Ferragamo. “Están bien bonitos”, comenta. Claro, niña, cuestan seis mil pesos, pienso. “¿A dónde vamos?”, pregunta. “A un lugar bonito”, le susurro, y se arrellana en el asiento de cuero que aún huele a nuevo.

Por el rabillo del ojo, observo cómo acaricia y se regodea en el contacto de su piel con la piel del auto. El buen Chuck ya se retiró y ahora suena el mismísimo Rey, la versión original de “A little less conversation”. Se interesa cuando identifica que la utilizaron en un comercial. “Claaaaaaro, en uno de Converse”, asegura. No, de Nike, corrijo. “Es igual, son tenis”, se justifica y se pone a jugar con los botones de la ventana. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Arriba, abajo. Ya estuvo bien, le llamo la atención. Gwen hace un puchero infantil y se cruza de brazos, se queda en silencio hasta que llegamos a un antro de moda que vi en una revista. Antes de bajar, le pregunto si su nick es real. “Claro, me llamo Gwendoline, como la canción”, y me da un beso en la mejilla.

El antro está a reventar y es insoportable. Jóvenes apiñonados en los balcones y la pista atiborrada de gente empeñada en bailar con apenas cinco centímetros de espacio vital. A Gwen le parece fabuloso (“cool” es la palabra exacta que utiliza). Se despoja de la breve prenda que traía sobre los hombros y queda su torso al descubierto: joven, blanco, tierno, hermoso. Voy a la barra por las bebidas mientras ella se balancea al ritmo de Gorillaz. Regreso y le acerco la botella de cerveza, pero al momento dudo: “¿Puedes?”, le digo. “Ya estoy aquí, ¿no?”, y me arrebata el recipiente. Apura el líquido con avidez, casi con desesperación. Le escurren unas gotas por la comisura de los labios. Se acerca a mí, su cuerpo núbil junto al mío. “Vamos a bailar”, me invita al oído e introduce la lengua en el caracol de mi oreja. Suena una canción que no había oído antes, pero la voz del cantante me parece hipnótica, totalmente demencial.

La música va subiendo de intensidad y Gwen baila y se pega a mi cuerpo, hasta que las luces y las notas de la melodía estallan en mi cabeza y sólo puedo pensar en ella, en Gwen, en poseerla, en tenerla, en hacerle el amor ahí mismo, y penetrarla, mancillarla, ensuciar su sonrisa, en erradicar para siempre su inocencia. Entonces coloca su pulgar sobre la boca de la botella y la agita, el líquido sale expulsado violentamente y el chorro nos empapa, al igual que a los demás parroquianos que nos rodean. En mi rostro se mezcla el sudor salado con el agrio sabor de la cerveza, y ella se acerca y lame mi cara, mientras balancea su cuerpo y fricciona sus senos contra mi pecho. Puedo sentir la juventud de su carne y la urgencia de su deseo, de mi deseo. Con una mano aprisiono su barbilla y acerco su rostro al mío: hundo mi lengua en su boca, la penetro con mi lengua, y penetra mi boca con la suya, penetramos nuestras humedades, la música es sólo un retumbar de sonidos, los latidos de nuestros corazones, la adrenalina de su cuerpo jovencísimo.

En un arranque intempestivo, agito la botella que sostengo en la otra mano y vierto el contenido sobre su cabeza, el chorro es como una inmensa y violenta eyaculación. Recibe el brebaje como un elixir sagrado, se relame los labios, se acaricia los pechos por debajo de la blusa. Me abraza, besa, lame, muerde. La música y las luces retumban en los oídos.

Y de repente, primero uno, luego otro y más adelante todos. Todos esparcen el contenido de sus botellas sobre Gwen. Ella gime, agita los brazos, grita que no, manotea, pero le siguen cayendo chorros y chorros de líquido sobre sus cabellos rizados, ahora empapados. Cae al suelo, toda ella una fuente de alcohol, una antorcha húmeda lista para arder. Hincada frente a mí, acciono el cierre del pantalón. La erección es dolorosa, urgente, y la boca de Gwen joven y jugosa. Entro en ella, empapo de mí su cuerpo, su cabello rizado, una luz que la invade.

Ahí se interrumpe el recuerdo. Después ya no supe más de mí. Sólo me acuerdo del golpe y de un ardor insoportable en la cabeza. Cuando volví en mí, en la cama del hospital, me enteré que a los pocos minutos llegaron los policías, que aquello se volvió un verdadero aquelarre, gritos, golpes, botellazos; que Gwen apenas logró salir con vida, con la ropa desgarrada y, milagrosamente, con unos rasguños.

Gwen ya dio de baja su perfil en hi5. Yo ya tengo 2,367 amigas.

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(Publicado en el libro Palabras Malditas. Antología de Cuentos. Editorial Efímera, 2009)

martes, marzo 08, 2011

Hombres perfectos

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Por Guillermo Vega Zaragoza

Para Kenny y Anette.

Ese sábado se levantó hasta tarde. No se bañó ni se rasuró y se dedicó a ver películas en la televisión. Las cajas de pizza y los botes vacíos de cerveza se arremolinaban a un lado de la cama. Hasta que a eso de las siete de la noche sonó el teléfono. Dejó que contestara la grabadora. Reconoció la voz de Verónica: "No te hagas, ya sé que estás ahí. Arréglate y lánzate a la casa. Por ahí te traes una botella de ron y unos hielos, porque creo que no va a alcanzar. Apúrate. Te esperamos mi prima y yo". Entonces se acordó de la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga. Se le había olvidado porque desde el principio no tuvo intención alguna de asistir. Tenía buenas razones, por lo menos para él.

—¿Ya ves cómo eres? —le había insistido Verónica—. Sí, es cierto, la invité, pero por puro compromiso. Después de todo sigue siendo mi jefa. Es más, a lo mejor ni va, ándale.
—No, no es por ella. Sabes que ya no me importa.
—¿Entonces?
—Me aburren las fiestas, no sé bailar —prefirió mentir.
—Además te voy a presentar a mi prima.
—¿Y?
—24 años, sin novio.
—Bueno, a lo mejor...
—Conste, te esperamos.

A las ocho en punto tocó el timbre del departamento de su amiga y, efectivamente, lo esperaban Verónica y su prima, porque no había llegado nadie más.

—¿Qué pasó? —dijo, mientras le extendía a su amiga la bolsa con hielos y la botella.
—Ya no tardan en llegar.
—¿Trajiste discos? — preguntó Verónica mientras se encaminaba a la cocina.
—No me dijiste.
—Hola —saludó la prima: cara angelical, ensortijado cabello negro, minifalda gris y entallado suéter rojo. ¿Cómo era posible que esta reina no anduviera con nadie? Es que no tiene tiempo, le había dicho Verónica, trabaja mucho y tiene que cuidar a su mamá que está muy enferma—. Creímos que ya no venías.
—Pues aquí estoy ya —dijo él, y no volvió a abrir la boca, más que para darle el primer trago a la cuba que le sirvieron.

Como un siglo después, sonó el timbre y llegaron más invitados, que él no conocía ni tenía por qué conocer, pues por eso no iba a fiestas, porque no le gustaba conocer gente. Saludó con un gruñido a los que se dieron cuenta de su escondite en un rincón de la sala, junto al tocadiscos. Se dedicó entonces a revisar la magra colección musical de la casa. Pura basura. Mejor sintonizó una estación de radio y nadie protestó, pues todos estaban platicando muy animados, hasta que unas botanas y unas cubas más tarde, la angelical prima, hecha toda una sonrisa y acercándose mucho a él, le recordó que se trataba de una fiesta.

—Ponte algo para bailar, ¿no?
—No hay mucha música —le informó.
—Por aquí hay algo —dijo ella mientras se inclinaba para buscar un disco. Las piernas de ambos hicieron un leve contacto. Entonces pudo oler su perfume, delicado y dulce. Apuró el último trago de la segunda cuba.
—Ahorita regreso, voy a servirme otra en lo que encuentras el disco.

En el desorden de la cocina se encontró a Verónica.
—¿Ya ves? Te dije que no iba a venir la Innombrable. ¿Qué te parece mi prima? —dijo, mientras acomodaba las botanas en un platón—, ¿a poco no está guapa?
—Ajá —dijo él, mientras se servía un poco más de ron en el vaso. Regresaron a la sala.
—Ya lo encontré —le dijo la prima, mirándolo fijamente y le dio el disco—. Pon la tercera canción, por favor, ¿sí?
En cuanto se escucharon los primeros compases, como si de repente sus asientos estuvieran ardiendo, todos los invitados se levantaron y se pusieron a bailar con singular animación.

De repente se dio cuenta que la prima bailaba con un tipo alto, blanco, de pelo castaño, con camisa floreada y la cara llena de barros, que se contorsionaba como electrocutado. Apretó el vaso, entrecerró los ojos y apuró la cuba de un trago. Se dirigía otra vez a la cocina cuando terminó la canción.

La prima dejó por un momento al súbito acompañante y se acercó de nuevo.
—¿Te puedo pedir otro favorzote? —le dijo, entornando los ojos y remojándose los labios.
“Rescátame de ese imbécil”, hubiera preferido que fuera la petición, pero en su lugar escuchó estas palabras:
—Sigue poniendo los discos.
Desde la estupidez más espantosa, sólo atinó a decir:
—Pero no sé qué música les gusta para bailar.
—No le hace, yo te voy diciendo —y nuevamente se acercó a él, mirándolo fijamente a los ojos.
—Deja servirme otra cuba.
—Sírveme una a mí también —dijo ella, secándose el sudor sobre el labio con una servilleta—. Con el baile ya me acaloré.

Regresó de inmediato, le dio el vaso y miró cómo diminutas gotas de brebaje se aperlaban en sus labios. Obediente, se dedicó a poner la música siguiendo las instrucciones de la prima, mientras seguía bailando con el barroso imbécil.

—¿Cómo vas? —se acercó Verónica, contoneándose al ritmo de la música.
—¿Quién es ese lobotomizado? No ha dejado de bailar toda la noche con tu prima —dijo, tratando de ocultar, sin éxito, su malestar.
—¿Apenas la acabas de conocer y ya estás celoso? —dijo Verónica sin dejar de moverse—. Esa es buena señal. Es un amigo con el que ella siempre ha querido andar, pero parece que ella no le gusta a él.
—¿Le gusta ese retrasado? —dijo y apuro un trago para completar—: La verdad no sé quién está más idiota: si tu prima por sentirse atraída por él, o él por no hacerle caso a tu prima.
—Así es siempre, ¿no? Uno quiere pero el otro no. Ya ves lo tuyo con la Innombrable... —dijo Verónica. Entonces se dio cuenta del error que había cometido y que la comparación no venía al caso. Quiso componerle, pero ya era demasiado tarde. Se desató la perorata.
— Eso fue diferente —dijo él—. Lo nuestro se había ido al carajo desde el principio, pero ella se aferró a que yo cambiara, hasta que encontró a otro pendejo que sí hiciera todo lo que ella quería. Lo peor de todo es que ella esperó hasta ese momento para embarrarme en la cara todo lo hijo de la chingada que había sido con ella y todo lo maravilloso y perfecto que era el idiota que ahora la soporta. Y todavía se aventó la puntada de decirme que ojalá, cuando yo tuviera otra pareja, los cuatro nos juntáramos para cenar, ir de paseo o a un concierto. Yo todavía no llego a tal grado de civilidad, donde puedo convivir tranquilamente con el nuevo galán de mi ex mujer. Ya me imagino, platicando con él:. "Ah, sí, a ella le gusta así, ¿contigo no lo hacía de a perrito? Qué raro, ahora le encanta". Hija de la chingada.

Se le había soltado la lengua, señal inequívoca de que ya estaba borracho. En su juicio no le gustaba hablar de ella, por eso le decían la Innombrable. Hacia más de un año de que lo había dejado. Para acabarla de amolar, trabajaban en la misma oficina. Él primero pidió su cambio, pero aún así no resistía verla. Hasta que finalmente renunció y consiguió otro trabajo. Pero su vida se había vuelto predecible y monótona. No veía a nadie, se la pasaba solo, encerrado en casa. Hasta ahora, que Verónica creyó que ya era tiempo de que se distrajera y conociera otras personas. Pero evidentemente los recuerdos todavía hacían estragos.

Terminó la canción, el hombre barro se despidió de la prima y se fue. Ella se quedó sola un buen rato, sonriendo y disculpándose amablemente con quienes la querían sacar a bailar. Él la observaba desde su trinchera de alcohol, allí, sentada, con la espalda muy derecha, los pechos bellos y desafiantes, las piernas cruzadas, evidentemente triste porque el imbécil se había marchado. Entonces lo asaltó la idea: ¿Por qué no? Podía sacarla a bailar, a estas alturas de la noche ya nadie se iba a fijarse si sabía bailar o no. Además, estaba seguro que con unos alcoholes encima se volvía más chispeante y desenvuelto. Cuando, por fin, decidió acercarse a la prima, ésta se levantó y se dirigió al baño, dejándolo en la más profunda orfandad en el rincón de una fiesta de cumpleaños.

Entonces sonó el timbre. Todos debieron adivinarlo, claro, menos él, que estaba embelesado admirando la belleza solitaria de la prima. Allí estaba ella, la Innombrable, con el hombre, al que, a pesar de no conocerlo en persona, ya odiaba, no tanto porque viviera con su ex mujer sino porque precisamente ella se había encargado de hacer que lo odiara, pues era tan diferente a él y, por lo tanto, tan extraordinario.

Como siempre, llegó partiendo plaza, sabedora de que era el centro de atención porque sólo a ella se le podía ocurrir llegar a la una de la mañana a una fiesta que empezaba a las ocho. Saludó a todos con artificiales besos en la mejilla y presentó a su acompañante como lo que era: el hombre ideal, faltaba más. Hasta que llegaron al rincón de la sala donde estaba él, tratando de ocultarse en la profundidad de su vaso.

—Hola —dijo ella, con la más ensayada de sus sonrisas, a leguas se podía notar que gozaba el momento—, ¿cómo estás?.

Le extendió la mano y la estrechó un segundo de más, que le pareció una eternidad. El hombre modelo permanecía a su lado, observándolo con aire entomológico, es decir, como examinando una cucaracha. Le dio la mano: estaba sudorosa y fría, como un pescado.
—Él es... —intentó decir ella, pero la atajó:
—Ya lo sé... —quiso articular algún insulto ingenioso, pero no se le ocurrió nada. Los hombres no se soltaban las manos, mirándose, retadores, en el umbral de la violencia.

Verónica llegó con las bebidas y se dio cuenta del presagio de tormenta. Hábilmente, distrajo la atención.
—Me van a perdonar pero ya se acabaron los refrescos. Si quieren, ahorita mandamos a algún valiente para que vaya a comprarlas. De hecho, podrías ir tú ¿no? Ándale, no seas malito –y casi empujándolo, lo mandó a la cocina por los envases, desactivando la inminente zacapela. Mientras se alejaba, bamboleante, detrás de él, todavía alcanzó a escuchar:
— Ay, no te preocupes, Vero, tú siempre tan atenta. Acabamos de cenar. Nada más venimos a darte un abrazo y a dejarte tu regalo, ya sabes cómo se te estima y se te quiere.

“Pinche hipócrita, siempre te cayó mal Verónica”, masculló mientras regresaba, amenazante, dispuesto, ahora sí, a que todo se lo llevara la chingada, pero Verónica, al verlo venir, lo atajó como pudo, lo tomó de un brazo y logró encaminarlo de nuevo hacia la entrada de la casa. La Innombrable y su adversario siguieron la escena con insistencia digna de mejores causas y sólo atinaron a mover la cabeza en señal desaprobatoria.

Ya en la cocina, se acercó al fregadero rebosante de trastes y se refrescó la cara. Se secó con el apestoso trapo de la cocina. Lo arrojó al suelo y sólo entonces se dio cuenta de la presencia de la prima, sentada en un rincón, con los ojos enrojecidos y el maquillaje descompuesto por las lágrimas, sorbiendo la líquida y transparente mucosidad que se escapaba de su naricita de princesa. A pesar de que estaba evidentemente borracha, seguía con esa mirada casi beatífica.

—¿Ahora qué? —dijo él, como a diez centímetros del encabronamiento—. ¿No me digas que estás llorando por el hombre barro?
—No le digas así — gritó y el llanto estalló aún más.

No soportaba ver a una mujer llorando y menos por un hombre. De inmediato le entraba una especie de sentimiento de culpa, como si fuera el causante de las lágrimas. Entonces se le acercó y la abrazó.

—Ya, ya.

A pesar de los estragos de la bebida, el olor de su perfume seguía allí. Podía sentir su cuerpo estremeciéndose, sus senos aprisionados contra su cuerpo, el calor correcto.
—Es que, es que, es que no entiendo —dijo ella, entre sollozos—. ¿Es que no se da cuenta de que siempre lo he querido, desde que estábamos en la escuela? ¿Por que me hace esto?
—¿Qué te hizo? —dijo él estúpidamente.
— ¿Cómo qué? Pues platicarme de las muchachas que le gustan y que lo rechazan por los barros en la cara. Siempre anda precisamente detrás de las chicas que lo desprecian y lo hacen sufrir. Dice que no le importa porque sabe que tiene que encontrar a la mujer perfecta. Y no se da cuenta de que la tiene enfrente de él desde hace años. Y lo peor de todo es que él es el hombre perfecto para mí.
—¿Y ya se lo dijiste tú?
—Esas cosas no se dicen, simplemente se saben, se reconocen. —El llanto se fue y entró una cólera contenida—. Carajo, ¿por qué son tan pendejos los hombres? Nunca entienden nada. Todo se les tiene que andar diciendo.

Entonces a él se le ocurrió que a las mujeres les gustan los hombres perfectos, no importa si son precisamente unos perfectos imbéciles. Se lo iba a decir, pero prefirió callar. Y así se quedaron, abrazados, rodeados de trastes sucios y botellas vacías, junto al fregadero.

(Publicado en Antología de lo indecible, Plan C Editores, 2004 -en PDF aquí- y en Juntos andan. Antología de cuentos del México contemporáneo, de Gaëlle Le Calvez y Bernardo Ruiz, comps., Plan C Editores, 2004)

miércoles, marzo 02, 2011

Recordando a la maestra Lilia Márquez Balderas, guerrillera de los libros

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Me he encontrado algunos textos que recuerdan la vida y el legado de la maestra Lilia Márquez Balderas. Los reproduzco aquí para seguir honrando la memoria de esta mujer excepcional.

Sobre la dedicatoria de un Inventario a Lilia Márquez

(De la sección de cartas de la revista
Proceso, núm. 1788)


Señor director:

Respecto de la dedicatoria que el maestro José Emilio Pacheco hizo “a la memoria de la maestra Lilia Márquez Balderas” en el
Inventario de Proceso 1786, del 23 de enero del actual, queremos compartir con sus lectores quién fue ella.

La maestra Lilia Márquez nació en Chignahuapan, Puebla, el 22 de noviembre de 1938 y murió el 13 de enero de 2011 en el Distrito Federal. Durante un poco más de 45 años estuvo dedicada a la docencia. En 1962 se inició como maestra de secundaria; en 1971 formó parte de la generación que dio vida al Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), y en 1973 fue fundadora del Colegio de Bachilleres en el plantel 5, “Satélite”; posteriormente dio clases en el plantel 10, “Aeropuerto”, y fue asesora de Contenido en el Sistema de Enseñanza Abierto y a Distancia (SEAD); laboró igualmente en el Centro de Estudios 3, “Iztacalco”.

Los grandes amores de la maestra Lilia Márquez fueron, junto con la literatura, el montañismo en su juventud y el cine en los últimos años de su vida. En 1986 llegó a las oficinas generales de Bachilleres con la función de organizar juntas de trabajo con los 20 jefes de materia de igual número de planteles, en el área de lectura y redacción, literatura y taller de análisis de la comunicación, para revisar planes y programas de estudio de estas asignaturas y acordar actividades a realizar por los profesores con sus alumnos. Tuvo como idea invitar a un escritor para propiciar un diálogo con jefes de materia.

Lilia Márquez Balderas hizo una primera invitación al poeta José Joaquín Blanco, quien disertó sobre técnicas de enseñanza-aprendizaje en “Textos literarios”; al siguiente mes Juan Villoro acudió a charlar en torno a los “Textos periodísticos”, y en la tercera junta Horacio Quiroga habló de “Textos científicos”. Continuaron: Fernando Solana Olivares, Álvaro Mutis, Lucero Balcázar, Dolores Castro, Ángeles Mastretta, Ricardo Garibay, Fernando Benítez… y después invitó a los escritores a charlar con los estudiantes en cada uno de los 20 planteles del Colegio de Bachilleres: fueron Emiliano Pérez Cruz, Silvia Tomasa Rivera, Verónica Volkow, Efraín Bartolomé, Kira Galván… Compraba un libro para cada jefe de materia, otro para ella y uno más para el director del plantel visitado, 22 ejemplares en total, de su propio bolsillo.

El 8 de diciembre de 1994 se cumplió un primer ciclo que, al sumar las primeras cien conferencias, recibió el título de “Cien, por cierto”; el Centro de Estudios 3, “Iztacalco”, fue la sede de la ponencia Poesía y poética de fin de siglo, a cargo de José Emilio Pacheco, Premio Cervantes 2010.

Como cascada, siguieron Jorge Ayala Blanco, Naief Yehya, Óscar Wong, Gloria Gervitz, Felipe Garrido, Alejandro Rossi, Carlos Monsiváis, Tito Monterroso, Otto Raúl González, Jimmy Fortson (de quien, a sugerencia de José Lira, puso el nombre de Conversaciones para la inteligencia a un encuentro de novelistas, dramaturgos, periodistas, pintores, epigramistas, actores, con los estudiantes de Bachilleres).

Lilia Márquez fue acumulando sobrenombres:
Maestra de los Papelitos (siempre andaba con hojas por fotocopiar algún poema, artículo o pequeño texto del próximo autor invitado; el teléfono anotado para confirmar o solicitar la cita); Hada Madrina de los Escritores, la nombró el narrador Guillermo Samperio en carta pública que envió a la comunidad de Bachilleres; Guerrillera de los Libros, la llamó Rafael Ramírez Heredia, en el número 2474 de la revista Siempre! del 16 de noviembre de 2000, mismo año en que Hugo Rascón Banda, como presidente de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), le hizo un reconocimiento público y entrega de un diploma por esta importante labor de difusión literaria.

En 2009, la escritora catalana Blanca Martínez subió a la red la historia, hasta entonces inconclusa, de la maestra Lilia Márquez, a quien sólo la detuvo la muerte, cuando falleció en su casa, rodeada de libros, después de tres años de enfermedad. Todo su acervo literario (más de mil libros, muchos firmados por sus autores, y una cantidad adicional de pequeñas obras, como un poema inédito, un dibujo, un comentario que el conferencista en turno estampaba en una libreta que la maestra dispuso para ese particular fin) no sabemos qué destino tendrá.

En 2008, la maestra dirigió un oficio a Bachilleres, donde ofreció donar este acervo, pero el donativo no se concretó. Sus sobrinos y un grupo de amigos platicamos el día del funeral sobre las siguientes opciones: ofrecer lo mencionado en donación a la UNAM, a una biblioteca pública o a alguna casa de la cultura delegacional; o bien, trasladar el acervo al lugar de origen de la maestra para establecer una sala de lectura pública que lleve su nombre.

Durante 24 años la maestra organizó conferencias con aproximadamente mil 500 exponentes entre poetas, dramaturgos, periodistas, narradores… y fue acopiando anécdotas de escritores que bien merecerían ser compiladas en un libro que destaque esta labor en pro de la difusión cultural. En 1998, Hugo Gutiérrez Vega, actual director de
La Jornada Semanal, enterado del trabajo de la maestra Lilia, comentó que en todo el mundo no había un caso similar, y recordó que en la década de los años cincuenta Ernest Hemingway inició un ciclo de conferencias en barrios y locales sindicales de Estados Unidos que apenas sobrepasaron las 50.

En otra ocasión, el maestro José Emilio Pacheco también elogió su labor recordando que, en la antigua URSS, Evtuchenko y otros poetas y escritores soviéticos iniciaron algo similar y tampoco superaron la anterior cifra, por lo que esa labor de la maestra Lilia, al parecer, no ha sido repetida y merece ser dada a conocer colectivamente.

Atentamente

Juan Villeda Hidalgo

ydalgo025@yahoo.com.mx

(Una versión de este texto también apareció en el blog de la poeta Lucero Balcázar)

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La historia del hada madrina de la lectura

por Raymundo Sánchez (raymundo.sanchez@razon.com.mx)

(Publicado en La Razón, sábado, 22 de enero de 2011)

Alrededor del féretro los dolientes se pasaban un libro de mano en mano. No era de oraciones, ni la Biblia, era de poemas escritos por José Emilio Pacheco. Cada uno leía uno de los poemas que contenía la obra en homenaje a su Maestra, que no sólo los enseñó a leer, sino les hizo conocer y escuchar de propia voz a cerca de mil 500 escritores, poetas, actores, pintores, escultores, investigadores y periodistas.

Era el 13 de enero pasado cuando murió, a los 72 años, Lilia Márquez Balderas, esta Maestra del Sistema de Educación Abierta del Colegio de Bachilleres, quien dedicó 45 años de su vida a la docencia y a la que el cuentista Guillermo Samperio llamaba El Hada Madrina de la Literatura. Sus restos en la capilla 5 de los velatorios del ISSSTE ubicados en Miguel Schultz 124, colonia San Rafael, reunieron a sus alumnos y amigos que, como iniciados, le leyeron poemas.

Esta viejecita de un metro 50 centímetros de estatura, encorvada, de pelo ralo, escaso y mal pintado, se ganó el mote de Hada Madrina a fuerza de invertir su sueldo en comprar libros a sus alumnos, necear con autores para convencerlos de dar una conferencia en el Colegio, donde hacen el esfuerzo de estudiar personas que trabajan para sostener a sus familias, adolescentes que de repente se hicieron madres solteras o muchachos a quienes la vida les muestra su rostro más duro.

“Jorobe y jorobe”. Por estos alumnos la Maestra Lilia iba a los recintos donde sabía que dictarían una ponencia. A los ponentes los acosaba con llamadas telefónicas diarias o de plano hacia guardias afuera de su casa aunque eso implicara quedarse toda la noche esperando. Lo que fuera necesario para convencerlos de acudir a sus Conversaciones con la inteligencia, como se llamaba el programa que ella creó en 1986.

En una ocasión fue a casa del narrador Roberto Bravo, autor de
El Infierno es un horizonte abierto. Tocó el timbre y salió su esposa. Le dijo que el escritor no había llegado. La Maestra se metió a su vieja Caribe de los años 70 y ahí lo esperó.

Al amanecer, la mujer del literato salió y vio a la viejecita dormida en el auto. Se acercó apenada y le confesó que Bravo no regresaría. Estaban divorciados. Pero esas cosas no se le dicen a un extraño y hasta ese momento la Maestra lo era, porque fue la misma ex esposa quien la ayudó a convencerlo para que diera una charla a los jóvenes del Bachilleres.

Otros escritores le daban largas. Le decían: “hábleme el próximo año”. Y cuando habían transcurrido los 365 días exactos y ellos ni se acordaban de la maestra, sonaba el teléfono. Se reanudaba la insistencia.

A Carlos Monsiváis, (fallecido el 26 de junio de 2010), le llamó todos los días durante un año. Al escucharla al otro lado del auricular, el cronista, para evadirla, impostaba la voz y la asemejaba a Titino, el muñeco de ventrílocuo famoso en los años 70 y 80. Le decía ser su tía pensando que así lo dejaría en paz.

Pero, como en su oportunidad comentó el cuentista Rafael Ramírez Heredia, autor del premiado Rayo Macoy, esta Maestra está “jorobe y jorobe”, Monsiváis se rindió y fue a dar una charla.

Logró llevar a sus alumnos a Alí Chumacero, Sergio Pitol, Vicente Quirarte, Germán List, Paco Ignacio Taibo II, Armando Ramírez, Guillermo Sheridan, Luis Villoro, Carlos Illescas, Eduardo Lizalde, Raquel Tibol, Silvia Molina, Felipe Garrido, Armando Jiménez, Eliseo Diego, Antonio Alatorre, Adela Fernández (hija del mítico cineasta Emilio El indio Fernández), Carlos Montemayor, Guiomar Cantú, Bárbara Jacobs, Hernán Lara Zavala, Federico Patán, Alejandro Licona, Juan Bañuelos y Tomás Segovia, entre muchos otros.

Incluso convenció a Augusto Monterroso, autor del cuento más corto ("Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí") y quien rara vez accedía a dar conferencias.

Eterna enamorada de la obra del poeta José Emilio Pacheco, consiguió, tras 8 años de insistencia, que el hoy Premio Cervantes 2010, dictara la Conversación con la Inteligencia número 100. Fue el 8 de diciembre de 1994 al plantel 3 Iztacalco y la charla se llamó “Poesía y poética de fin de siglo”.

Algunos escritores, sobre todo los que iniciaban camino en la literatura, le decían al final de la conferencia: “¿Cómo nos vamos a arreglar, maestra?”. Ella hurgaba en su monedero y sacaba un par de billetes que eran parte de su salario, que al final de su vida fue de 8 mil pesos quincenales.

Esto aparte de que iba por ellos a su casa, los llevaba en su auto al plantel acordado para el diálogo, los invitaba a comer o tomar café y los regresaba a su casa.

Amor a la profesión y a las letras. También con su sueldo compraba 22 libros de cada autor que se presentaba y les pedía dedicarlos: uno para ella, 20 para los jefes de materia, y uno más para el director general del Colegio de Bachilleres.

A sus alumnos también les compraba ejemplares. En su pequeño cubículo del plantel 3, repleto de libros, recortes de diarios, revistas y fotografías de José Emilio Pacheco, los muchachos se sentaban alrededor de ella a que les leyera. O entre todos se repartían fragmentos para leer en voz alta. Y siempre había un volumen para algunos de ellos.

Al terminar su jornada laboral invitaba la cena. No importaba si eran dos o 10 los alumnos a quienes debía pagar la cuenta, pues se negaba a que ellos aportaran un solo peso. Esas cenas las convertía en tertulias. Les preguntaba sobre los libros que les había regalado e intercambiaban interpretaciones y puntos de vista.

Y así se la podían pasar hasta las 2 de la madrugada, entre sorbos de café de Sanborns o Vips y citas literarias. Al final iba a dejar a sus casas a quienes cupieran en su auto, un tiempo un Volkswagen, luego una Caribe desvencijada y, al último, un Tsuru.

La Maestra pudo jubilarse a los 45 años, pero aún a los 70 seguía ejerciendo la docencia. No quería dejar de hacer lo que le gustaba. Su departamento en Pantitlán sólo lo usaba como dormitorio. No se podía hacer más ahí, pues parecía bodega de libros de tantos que tenía apilados hasta encima de la estufa.

Su jornada iniciaba a las 7 de la mañana: clases en secundaria en la zona del Ajusco, luego al Colegio de Bachilleres. Todos los días.

Como siempre ocurre, la enfermedad fue la única que la doblegó. Padecía diabetes, contra la que luchó durante muchos años a sabiendas que iba a perder la batalla.

Todavía en diciembre del año pasado, estando en cama pero confiada en recuperarse, pensó en escribirle una carta al director general del Colegio de Bachilleres, Roberto Castañón para pedirle dejarla seguir organizando las Conversaciones con la Inteligencia, sin cobrar.

Ya no pudo escribirla. Falleció el 13 de enero pasado. Sus restos fueron cremados y sus alumnos y amigos organizan llevar en caravana sus cenizas a su pueble natal, Chignahuapan, Puebla, a donde le gustaba ir algunos fines de semana a descansar en balnearios de aguas termales. Y si en vida fue ella la que llamó cientos de veces a los escritores, en su muerte, tocó a José Emilio Pacheco, su autor de culto, tomar el teléfono para dar el pésame y despedir a La Maestra Lilia, al Hada Madrina de la Literatura.

Idilio
por José Emilio Pacheco

Con aire de fatiga entraba el mar
en el desfiladero
El viento helado
dispersaba la nieve de la montaña
y tú
parecías un poco de primavera
anticipo
de la vida bullente bajo los hielos
calor
para la tierra muerta
cauterio
de su corteza ensangrentada
Me enseñaste los nombres de las aves
la edad
de los pinos inconsolables
la hora
en que suben y bajan las mareas

En la diafanidad de la mañana
se borraban las penas
la nostalgia
del extranjero
el rumor
de guerras y desastres
El mundo
volvía a ser un jardín
que repoblaban
los primeros fantasmas
una página en blanco
una vasija
en donde sólo cupo aquel instante

El mar latía
En tus ojos
se anulaban los siglos
la miseria
que llamamos historia
el horror
que agazapa su insidia en el futuro
Y el viento
era otra vez la libertad
que en vano
intentamos fijar
en las banderas

Como un tañido funerario entró
hasta el bosque un olor de muerte
Las aguas
se mancharon de Iodo y de veneno
Y los guardias
llegaron a ahuyentarmos
Porque sin darnos cuenta pisábamos
el terreno prohibido
de la fábrica atroz
en que elaboran
defoliador y gas paralizante


Poema leído por Pedro, uno de sus alumnos, en el funeral de la maestra Lilia Márquez

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Mtra. Lilia Márquez - Dibujo y Literatura In Memorian.


(Tomado del blog de Alfredo Aguirre)

Me acabo de enterar por un mensaje en facebook de mi amiga Tita, de que la mtra. Lilia Márquez Balderas falleció el pasado 13 de enero de 2011. Una triste noticia para mí, ya que colaboramos juntos en la dirección de Extensión Cultural del Colegio de Bachilleres, entre 1999 y 2003, cuando fue director el Lic. Mario Ficachi, allá por el sur de la Ciudad de México. Yo trabajaba a la sazón como diseñador gráfico e ilustrador, haciendo carteles en la institución educativa, siendo mi jefe el mtro. José Luis A. Heredia, yo conocí a la mtra. Lilia porque yo hacía las portadas de los diptícos de su ciclo de conferencias Conversaciones con la Inteligencia, uno de los proyectos más interesantes, ambiciosos y culturales que ha tenido la institución educativa y donde algunas de las mentes más brillantes en el campo de la literatura que ha dado México visitaron los diferentes planteles del Colegio de Bachilleres a lo largo y ancho del Distrito Federal. Escritores e intelectuales de la talla de José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Guadalupe Loaeza, entre muchos otros, visitaron los diferentes planteles para dialogar con los estudiantes. Triste es decir que este proyecto sin la mtra. Lilia, se perderá ya que ella era el alma, la chispa que lo encendía, y probablemente desaparecerá ante la inercia institucional.

Yo recuerdo que hacia estas portadas cada día, la mtra. Lilia me pasaba un pequeño texto o el título de la conferencia y yo trazaba una idea en cuestión de minutos, porque eran gráficos que tenía cierta urgencia. Siendo admirador de Brad Holland y de Rafal Olbisnky, usaba la ilustración conceptual para eslabonar ideas y conceptos con palabras; eran gráficos en blanco y negro, ya que en el Departamento de Diseño Gráfico era de recursos sobrios pero no por ello sin talento. Yo recuerdo haber hecho muchos gráficos cada día, estas imágenes fueron como la golosina visual de la mtra. Lilia, siempre quedo complacida con la eficacia de mis imágenes, que también provocaron ciertas anécdotas, como la de un joven escritor que miro asombrado como la portada era como un retrato de él (el individuo se rapaba el cabello), que yo había dibujado... sin conocerlo. Todavía conservo algunos originales y más o menos fueron como 500 dibujos en blanco y negro trazados primero con lápiz y depués en plumón, para pasarlos al escáner y usarlos en el diseño.

Siendo yo un aficionado también a la literatura muchas veces tuve charlas con la mtra. Lilia sobre el mundo de las letras, recuerdo que siempre se declaraba fan de Jose Emilio Pacheco, siempre me animó a seguir adelante con mis trabajos, pinturas y obra personal que ella conocía. Alguna vez inclusive me invitó a dar una conferencia sobre literatura y dibujo, en el plantel Iztacalco del CB cuando ya no trabajaba para la institución.

La mtra. Lilia era una persona menudita de complexión frágil pero de inteligencia sagaz y de gran dignidad ante la vida y su trabajo. Ella siempre demostró pasión por acercar a los estudiantes a las letras, a la narrativa y a la poesía. Yo recuerdo algunas reuniones que tuvimos en compañía de sus estudiantes en algún café y daba gusto ver como algunos de ellos mostraban un gran interés en la lectura, algunos en escribir y otros en declamar.

También me viene a la memoria su oficina en el Colegio, que era pequeña pero interesante: la mtra. Lilia a veces se perdía entre los muchos y variados libros en sus estantes, o entre pilas de revistas, folletos, etc. Me recordaba un poco esa entrada del programa televisivo de Ray Braydbury: esa afición de los escritores por coleccionar todo tipos de cosas, como para esconderse y protegerse de los demás (no en balde Monsi nos dejo un museo). Era en verdad increíble ver todos las cosas que había en ese pequeño espacio, un mundo creado con cariño por su habitante, sobresalían sus queridas figuras de tortugas hechas en los más variados materiales, muchas regaladas. Una lista enorme de escritores que habían participado de sus conferencias colgaba de uno de los vidrios de su oficina. Después de mi paso por la institución educativa, llegue a visitarla, tomarnos un café y dejarle algún dibujo ... puedo presumir que fuimos amigos, se le extrañara bastante, así que a manera de homenaje publico publico una serie de esas viñetas en el ciberespacio, todas en relación a diferentes temas, pero teniendo en común el sello de la pluma, de la letra, de aquello que hace a los hombres narrar, escribir .... vivir ....

martes, marzo 01, 2011

Boleros y tánatos. Crónicas a destiempo, de Fernando Reyes

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Crónica de mi crónica

por Fernando Reyes

En agosto de 2004, durante la presentación de Antología de lo indecible, volumen de cuentos escritos por Guillermo Vega Zaragoza, en la Capilla Británica, leí un fragmento del cuento dañado "De fornicare angelorum", frente a un retablo religioso. Hubo excelente humor, amigos y vino. Recuerdo que uno de los cuentos de Vega estaba incompleto en la edición original. Quince días después, él mismo fue presentador de mi antología Pragmatáfora, en la cual el cuento mal editado en su edición de autor venía completito en mi compilación. Una cosa es la reseña de un libro; otra, muy distinta, la crónica de la presentación de un libro. La mayoría de las veces para el público —y también para los escritores y sus respectivos presentadores— resulta más interesante lo que acontece durante y en tomo a la presentación, que el libro mismo. Por ello hoy en día muchos escritores buscan a presentadores de renombre e incluso personajes famosos aunque nada tengan que ver con la literatura. Otros gastan en los mejores vinos y bocadillos; se hacen acompañar de músicos, performance, instalaciones, pintores o histriónicos lectores, todo con tal de que llegue más gente a la presentación, o que se haga más ruido en la prensa, que casi nunca llega, a menos que se trate de los cinco escritores conocidos de siempre, los mismos que salen en la televisión y la radio. He escrito ya al respecto, y estoy preparando otro libro que trata sobre este tipo de crónicas. Yo he tratado de hacer lo mismo con tal de atrapar lectores. Cuando presenté mi primer libro, llevé un hámster que estuvo dando vueltas todo el evento aterrando a Mónica Lavín, quien miraba no con poco miedo la jaula del roedor. Ella misma presentó su libro Hotel Limbo en un hotel en el que un pintor dibuja a una mujer desnuda: claro que se puso más atención a las curvas de la chica que a las palabras de Margo Glanz. Eduardo Casar, cuando presentó Amaneceres del Husar en la Facultad de Filosofía y Letras, hizo una entrevista a ultratumba a Jorge Luis Borges, quien habló muy bien de aquella novela lúdica. Llegó disfrazado y no le dejaron ingresar un caballo a la sala de presentación.

En la Capilla Británica en aquel agosto, compartí la mesa con Guillermo Samperio, Mauricio Carrera y Alberto Chimal. Este último me dio el correo de Miguel Barberena, director del suplemento cultural Arena del periódico Excélsior. Me comuniqué con él un par de veces y llegó el fin del año. Al inicio del 2005 me invitó a colaborar. Lo raro fue que comencé a publicar en el espacio que correspondía a Alberto Chimal, quien subía como la espuma en el ámbito cultural. Así, mi primera crónica apareció el 6 de marzo en la columna "Mundo raro", misma en la que Alberto había publicado su comentario al libro de Vega Zaragoza.

Debajo de mi ficha, decía: "Alberto Chimal, columnista titular de Mundo Raro, está de vacaciones". Se me hizo tan rara esa nota, primero porque no imaginaba a Chimal nadando, esquiando o buceando; y si así fuera, tampoco lo imaginaba dejando de escribir un solo día y mandando su texto desde cualquier parte del mundo. Un mundo raro en verdad. En aquella sección, publiqué un texto sobre el "día de la familia", que se le había ocurrido a "Vicente Fucks" (así titularon el pie de foto) para contrarrestar la debacle de las instituciones mexicanas. "De presidentes, televisión y domingos familiares", se llamó mi primera crónica. La dediqué a mis hijas, con quienes recién ya no vivía. Ver mi texto publicado ese preciso día calmó un poco aquel domingo solitario.

El siguiente texto apareció ya como parte de una columna propia que Barberena intituló "Citadinas". Cada quince días, Miguel me daba la libertad de escribir de lo que se me diera la gana, desde cuestiones meramente personales e internas, encuentros con amigos escritores, desencuentros con personajes políticos y de la farándula, hasta choremas sociológicos y días de guardar. En Arena compartí con plumas de alto calibre como la de Armando González Torres, Eve Gil, Héctor Carreto, Edilberto Aldán, Rafael Vargas Pasaye, entre otros talentos creadores con aliento crítico. Dejamos de publicar hasta que Vázquez Raña compró el periódico.

Desde entonces me mal acostumbré a hablar sobre lo que me viniera en gana; así que fue difícil encontrar un nuevo escaparate impreso. Empecé a escribir, como muchos, en la red. Primero en un grupo denominado sogemescuelas, en donde a veces aparecían textos de Eduardo Casar, Mónica Lavín, y otros profesores de aquel grupo-escuela. Luego, como de manera epistolar, en uno grupito que yo formé y en el que recibía buenos comentarios esporádicamente. Otras revistas han dado cabida a mis textos, entre las que destaco Molino de Letras de Chapingo, Opción ITAM, En Tierra de Todos de Campeche, Gaceta del CCH Vallejo, Guardagujas, el suplemento de La Jornada de Aguascalientes y otras no menos importantes.

Las crónicas aquí reunidas (llamadas también por los editores "ensayos de abrevadero", "choros mareadores", "artículos tendenciosos", "textículos con testos", "emilios para el ocio", "pedradas y piedritas", incluso "chuparrosas", por una columna que intitulé con un verso de la "Suave Patria", en el que Velarde llama a la patria "equilibrista chuparrosa") las edito en este volumen de una manera libérrima y sin cronología. No respeto mucho lo 0rto0doxo de los géneros, por ello éstas son un tanto crónicas, un tanto ensayos, y otro tanto relatos, incluso epístolas. Muchas de ellas las escribí desde las vísceras. Otras para divertirme echando estiércol en vez de desgañitarme en la calle o pelearme en algún ministerio público, oficina burocrática o institución cultural. Las demás, simplemente porque lo tenía que hacer, lo tenía que decir, que escribir. Quedarme callado me habría matado, se me habría podrido dentro como un cáncer de palabras.

Sé que muchos le han negado valor literario a la crónica y al ensayo. Lo tachan de "periodístico", como si este género incluso no tuviera su propia importancia. En las buenas escuelas de periodismo leen a Montaigne y Bacon. El Nuevo Periodismo Norteamericano dio a luz gran calidad literaria. La mayor parte de las grandes plumas del siglo XIX mexicano hicieron crónica y ensayo. Alfonso Reyes y Carlos Fuentes escribieron toda su vida en periódicos. Lo mismo que José Emilio Pacheco y Carlos Montemayor. La narrativa y la poesía no se manchan con la tinta del periódico. Leer sus ensayos es leer buena parte de su obra, de su estilo, de su visión literaria, de su concepción del mundo.

No es mi intención que se encuentren méritos estéticos en mis textos. Ya dije que éstos deben concebirse como una mezcla de vísceras, corazón y sesos. Si a Carlos Monsiváis, en cuanto a valor literario, lo hicieron trizas sus detractores. ¿Qué le puede esperar a este humilde tundeteclas?

Ustedes verán, a través de mis textos, cuál es mi intención. Es salirme de mi burbuja, bajarme de mi torre, es decir lo que otros callan, es decir lo que otros no oyen, o no quieren oír o lo que ya todos saben, es decir algo fuera de mí, algo sobre mi tiempo, algo sobre mi entorno, sobre "los otros que me dan plena existencia".

(Texto incluido en Boleros y tánatos. Crónicas a destiempo, de Fernando Reyes, publicado por Ediciones Libera, 2010)

Imaginación, escritura y lectura dañadas: ménage à trois

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Cuarteto de fantasiofrénicos:
Guillermo Vega, Fernando Reyes, Edgar Pérez y Rogelio Flores.


por Fernando Reyes


(Prólogo a Fantasiofrenia III. Antología del cuento dañado, publicado por Editorial Libera, presentado el 28 de febrero de 2011 en el marco de la Feria Internacional del Palacio de Minería)

Abrimos este volumen de cuentos dañados con un microrrelato "Amor" de Édgar Omar Avilés (Premio San Luis Potosí, 2009) quien con un lenguaje contundente, como lo requiere el género, cuenta la relación esquizoide que una madre tiene con su hija, después de que ésta le declara haber descubierto la bondad de Dios. Esta clase de cuentos sabemos que se ganan por nocaut y no por puntos.

En "Ángeles Paula Puerto Oliva", Ismael Colmenares cuenta con un lenguaje desparpajado la historia de una jovencita vengadora que usa una máscara con las siglas de PO ("Por ojetes"). Y como una moderna batichica anda de un lugar a otro (hábil juego narrativo) deshuevando con un palo de golf a toda clase de pervertidos. Después de una fluida e irónica narración, Maylo da un vuelo de escritura y aterriza en descripciones poéticas.

Bernardo Fernández cuenta una historia descomunal. Platica su narrador la tragedia cómica de una mujer y su gordura. La narración contiene el delicioso ritmo de un contador de historias mexicano. Al final del relato se descubre quién lo está narrando y eso nos hace cuestionar la veracidad del relato, jamás su verosimilitud, pues recordemos que BEF es un excelente cuentista de literatura fantástica.

Rogelio Flores escribe "Teoría del color" a partir de la tercera persona narrativa mezclándola con la primera, lo cual dará el efecto esperado. La reminiscencia aquí juega un papel preponderante, la cual deviene obsesión como se nota en los últimos párrafos. Sus personajes son noctívagos como los de su cuentario Adiós, princesa.

"No soy un perverso. Mi trato con las muñecas es meramente comercial. No me fue fácil habituarme a ellas" es el inicio de "Confesiones de Benito Souza, vendedor de muñecas" del narrador Javier García-Galeano. Tres frases cortas atrapan desde un principio, lo demás es deleite perverso de lectura. Como ya he mencionado en otras ocasiones, el lector es el primer sujeto dañado al involucrarse con fruición en este tipo de textos.

En "Placeres cárnicos" de Mónica Lavín la hija cuenta cómo su vida y la de su familia giraba en torno a las carnes, vísceras, grasa y sangre de la carnicería del padre. "Todo empezó cuando tú naciste... Qué horror, pensaba al imaginarme sumida en almohadones rosas en medio de esos trozos de vaca y tajos de puerco o tiernos borregos despellejados". Ya que estoy en el texto de mi maestra de cuento, cito algunas palabras que leyó durante la presentación del primer volumen de Fantasiofrenia: "A pesar de la espectacularidad de la sangre, el cuerpo mutilado, la violencia sexual, las historias descarnadas, escandalosas, todos los personajes que habitan este libro finalmente aúllan de soledad. Una soledad que está tratada desde este otro ángulo donde la violencia que es normal contrasta con el disgusto y la incomodidad existencial, el enfado con el que nos rodea" (30 de septiembre de 2003).

Después del cuento de Mónica, los siguientes poseen una fuerte carga de violencia y agresión, física y verbal, manifestaciones comunes de nuestros tiempos y reflejadas en la reciente narrativa mexicana. Por eso, lo dicho hace ocho años sigue embonando a la perfección para esta nueva compilación. Agrego otras palabras de mi maestra Lavín: "Todos los cuentos tocan abismos, bordes oscuros y hacen sólo 10 que los cuentos pueden hacer: darles luz, hacerlos respirar, resaltarlos y darles otro ángulo".

La cuentística de Agustín Monsreal se caracteriza por su ironía desmitificadora, temática y formalmente. Su cuento "Los placeres simples del pobre" es una joya del género dañado: la fantasiofrenia de un escritor hace divagar entre la realidad y la imaginación, entre los personajes de ficción y los de carne y hueso. Existe una sutil línea entre ambas entidades y sólo el lenguaje (la escritura del autor y la complicidad del lector) podrá descifrar la anécdota, podrá decodificar el mensaje, si es que el autor quiso decir algo. La reconstrucción del crimen narrativo sólo recae en la lectura, por lo que el lector hace las veces de victimario, de víctima o de investigador, como en el caso del cuento "Una pequeña debilidad" de Israel León O'Farrill, cuyas pistas se encuentran entre líneas del texto. Fantasiofrenia, escritura y lectura avanzan en ménage a trois y las razones de la locura (si las hubiera) se hallan en cada una de las palabras, de las oraciones, in media res, al inicio y al final de cada texto.

Con una magistral narración, en la que mezcla casi imperceptiblemente pasado y presente (incluso destellos de un hipotético futuro), Eduardo Antonio Parra cuenta en "El placer de morir" la obsesión que un hombre tiene por el placer, provocado más por los recuerdos que por el sexo mismo, en una perversa simbiosis entre eros y tánatos.

"Tintinábuli" es el personaje del cuento de Édgar Pérez Pineda. Más que la anécdota, sobresale aquí la atmósfera de vacuidad de un joven que vive absorto dentro de una buhardilla. Pareciera humor negro o literatura del absurdo, mas el cuento es un retrato cruel de la tristeza.

Tristeza, rencor y venganza son los temas de "Tú siempre cree en los Reyes", cuento en el que Fernando Reyes se propone incluir las tres personas y tiempos narrativos por excelencia. El cuento, con final abierto, fluye, pues voces y tiempos se equilibran.

Con excelso humor negro y el estilo claro y directo que caracteriza la literatura de Eusebio Ruvalcaba, "Historia de amor" narra las travesuras eróticas de un "manco por partida doble", experto en manipular a las mujeres.

"Penélope" alude a la famosa actriz española, quien se encuentra en el cine Manacar haciéndole una felación al narrador de este cuento. Guillermo Samperio es un maestro en el arte de mezclar realidad y ficción, sin dejar de lado el humor y una sutil carga existencial.

Los dos siguientes cuentos coinciden en varios elementos de la anécdota: el travestismo, el shock in extremis que provoca una muerte y la pérdida de la razón. El de Ignacio Trejo Fuentes, "Vestido de novia" es un cuento de descarnada soledad narrado con un lenguaje de una difícil y aparente sencillez. El de Enrique Serna, "Tía Nela" posee un complejo e inteligente juego literario en el que recae la fuerza narrativa, el valor estético y el encanto fantasiofrénico. Debo decir que el magnífico cuento de Sema me inspiró a compilar mi primera antología de cuentos dañados; sobre la cual, Trejo Fuentes, narrador y respetable crítico, escribió entonces: "Algo que llama particularmente la atención es que en el libro privan el sarcasmo y el humor negro: aun en las historias más terribles y dramáticas aparece el sesgo que mueve a la risa o cuando menos a la sonrisa, de modo que estamos ante auténticos ejemplos de la tragicomedia, una de las especies más difíciles de manejar en literatura" (Revista Siempre! 26 de octubre 2003). Me apropio de sus palabras para referirme a este volumen.

Cierro esta compilación dañada con un texto (considerado por José de la Colina como uno de los mejores cuentos mexicanos) que posee en el contenido, la anécdota, la forma y la imaginación del autor, todos los ingredientes de un cuento fantasiofrénico: "De fornicare angelorum" de Guillermo Vega Zaragoza.

Me resta decir que sólo un lector dañado sabe decodificar un texto dañado. Los escritores hacen lo propio. La imaginación encuentra como amante la estructura. Todo lo demás es la fruición pura y perversa de la lectura.

Cuando la H deja de ser muda

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Durante la presentación de Hysterias en el Palacio de Mineria.

por Guillermo Vega Zaragoza


La aparición de una nueva revista siempre es una celebración, o debería serlo, y más si se trata de una iniciativa de jóvenes que buscan algo más que el simple lucro: la apertura de un espacio de expresión, un canal de diálogo, la invitación a una aventura conjunta con los lectores.

Por eso estamos hoy celebrando el lanzamiento del número 1 (que en realidad es el segundo, pues hace un par de meses apareció el número O) de la revista Hysterias, la cual nace con muy buena estrella, porque ¿qué mejor marco puede tener una revista incipiente que hacer su presentación en sociedad en una de las dos más grandes ferias editoriales del país y la más importante de la Ciudad de México como lo es la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería?

Hysterias surge por el esfuerzo de un grupo de jóvenes inquietos, procedentes de diversas escuelas y facultades de la UNAM, que tienen la necesidad de expresar lo que sienten, lo que piensan, lo que les gusta y disgusta, sin ningún tipo de cortapisa, sin las limitantes tradicionales de las publicaciones establecidas donde rigen los intereses comerciales o de otra índole, como los compadrazgos, los amiguismos o los amafiamientos.

Como afirmó Jorge Luis Borges, las revistas culturales se hacen a partir de la reunión de un grupo de amigos, con gustos e intereses diversos, pero con ideas comunes acerca de la propuesta cultural que quieren realizar. Al publicar sobre las obras y temas que les gustan o disgustan, buscan las coincidencias, amplían sus horizontes y atraen a los lectores con gustos e intereses afines. Si la revista logra acercarse a lo que el lector quiere o le interesa, se establece una relación que puede durar toda la vida: la del lector o la de la publicación, quien fenezca primero.

¿Qué propone Hysterias a sus lectores? En su escueto editorial, quienes hacen la revista apuntan: "Hysterias en un espacio abierto a todo público, dispuesto a albergar lo mejor de las semillas, cualesquiera sean sus frutos". La palabra "histeria" proviene del francés, y ésta del griego "utero", que significa vientre, y el útero es también la matriz, que en latín significa fuente, origen. De esta forma, Hysterias busca ser un espacio donde escritores que estén dando sus primero pasos encuentren un espacio de encuentro con los lectores.

"Hemos decidido crear este espacio para dar cabida a todas las voces legítimas, aquellas que reflejen con mayor fiabilidad la realidad de la cual salen y acaso a través de ese reflejo podamos mover las fibras necesarias para cambiar lo que no nos gusta o lo que ya no sirve. Abrimos este espacio para hacer literatura con nuestra propia voz, sin imposiciones de género, sin falsas caretas".

Por otro lado, llama la atención que el 75 por ciento de los miembros del consejo editorial (formado por Alejandra González, Beatriz Flores, Ivette Pradel, José Manuel Valdés y María del Pilar Piñones) y las dos terceras partes de los colaboradores de este número sean mujeres. Hace poco se armó una pequeña polémica en algunos medios a partir de que alguien se dio cuenta que dos de las más importantes revistas culturales del país son realizadas en su mayoría por varones, con una reducida presencia femenina. Algunos respondieron con obviedades biológico-político-fantásticas para tratar de explicar este fenómeno, cuando la realidad es que no es más que el reflejo de la mentalidad machista que aún permea en gran parte de la sociedad mexicana, sin que estén exentos de ello los individuos supuestamente más pensantes, como cabría esperar de los escritores, intelectuales y científicos sociales.

Quienes hacen Hysterias nos recuerdan que en 1941 fue fundada Rueca, una revista editada únicamente por mujeres, aunque sin una pretensión feminista. Ante esta iniciativa, el inefable Salvador Novo sugirió que "mejor harían en editar una revista verdaderamente femenina de modas y recetas de cocina". Ramona Rey, integrante de Rueca, comentó que había sido "la reticencia masculina [la que] nos obligó, indirectamente, a formar un grupo exclusivamente femenino". Sin embargo, a pesar de que buscó configurar un espacio donde las mujeres tuvieran auténtica expresión sin tener que pasar por filtros o censuras patriarcales, la revista se mantuvo tan sólo durante veinte números. Se terminó debido a que la mayoría de sus integrantes se casaron.

"Posteriormente —continúan las integrantes de Hysterias— se abrieron paso en la literatura mexicana grandes voces femeninas y sin embargo no siempre las cosas se dicen cómo y desde donde podrían decirse. Pues aún hoy en día nos resulta común escuchar que son pocas las mujeres que escriben en serio, que muchas lo hacen como ejercicio catártico, que son boberías, cursilerías de adolescentes perennes y algunas otras descripciones no gratas. Esa reticencia masculina que supondríamos ya desaparecida y sin embargo se mantiene presente aunque a veces discreta es la que nos lleva a nosotros a seguir hasta cierto punto el ejemplo de las fundadoras de Rueca. Un grupo de mujeres nos hemos puesto Hystéricas en tanto que nuestro útero nos permite serio, pero nos acompaña también un Hystérico.

En efecto, no podría ser de otra forma: la única manera de romper ese cerco invisible es que las propias mujeres creen sus espacios de expresión y los tomen por asalto. Y no es cuestión de decírselos, ellas ya lo están haciendo. En el reciente fenómeno de las redes sociales las mujeres llevan una considerable ventaja. En este sentido, la frase de Joan Baez que abre como epígrafe la publicación no podría ser más elocuente: "En vez de torturarnos nosotras mismas intentando competir, las mujeres deberíamos tratar de transmitir nuestras mejores cualidades a los hombres: démosles ternura, enseñémosles a llorar".

Sin embargo, Hysterias no es una revista "femenina" ni "feminista". Quizá para evitar ese etiquetamiento, quienes la hacen decidieron omitir el crédito de la autoría al principio de los textos y revelarlo hasta el final de la publicación, nombrando cada colaboración simplemente como una "voz" (primera, segunda, tercera ...), lo que provoca una sensación extraña en quienes tenemos la costumbre de relacionar el texto con el nombre del autor, buscando algún tipo de vínculo que nos amplíe el contexto. No obstante, al prescindir de ese lazo entre nombre y texto, el lector se concentra en lo que, finalmente, es lo más importante: lo que se dice, más allá de quién lo dice o el género de quien escribe.

¿Y qué nos dice Hysterias en su número inaugural? Primero que nada, es necesario destacar la presentación editorial propiamente dicha de la revista. Se trata de una revista realizada artesanalmente, nada que ver con la producción industrial, por lo que cada ejemplar se vuelve un artículo de colección, lo que le otorga un valor adicional a la calidad del diseño y el contenido. La propuesta de Hysterias es amplia y abierta: alberga tanto poesía como narrativa, ensayo, reportaje, entrevista o crónica, y le da un espacio importante a la expresión gráfica, en este caso, a la fotografía, no como una simple ilustración sino como complemento del discurso escrito. Desde luego, en la mayoría de las colaboraciones domina el impulso por decir algo importante, por decir lo propio; sobresale la voluntad de expresión y de presencia, de coraje, de encabronamiento, pero también de amor y de ternura, algo que se agradece ante una realidad donde los jóvenes que aparecen en publicaciones "serias" escriben con tanto desgano y tan poca pasión como si tuvieran 80 años.

Por otra parte, hay que destacar que, acorde con los tiempos actuales, Hysterias está disponible en versión electrónica de forma gratuita en http://revistahysterias.blogspot.com/, y sus contenidos se complementan con materiales adicionales disponibles en un blog: http://hysteriasenred.blogspot.com/,además de contar con presencia en las redes sociales con su página en Facebook.

En un ensayo de 1935, titulado "Polonio o Del trabajador literario", el crítico y editor norteamericano Edmund Wilson esbozó una breve y sugerente guía para autores y editores de revistas literarias, que sigue siendo perfectamente aplicable en nuestros días: "Las revistas, como los otros organismos vivientes, se desarrollan según ciertas leyes y atraviesan ciclos de vida regulares. La duración de estos ciclos puede ser de pocos o muchos años, pero todas cumplen el mismo (salvo que tengan un fin prematuro): tienen juventud, madurez y vejez. En sus primeros años, una revista puede parecer espontánea, novedosa y atrevida, pero sólo llega a la madurez cuando ya ha plegado sus alas, como dicen los franceses, y sucumbe a la fuerza de una inercia contra la cual el editor más joven y fresco es tan importante como el más viejo y oxidado. Luego envejece, decae y muere". Y Wilson sabía de lo que hablaba. Fue editor de Vanity Fair y de The New Republic, y durante muchos años fungió como el crítico estelar de The New Yorker.

Auguramos una larga travesía a Hysterias, que habrá de mantenerse fresca para luego madurar y volar con alas propias, hasta donde quieran llevarla sus hacedores y sus lectores.

Larga vida, pues, a estas Hysterias.

(Leído en la Galería de Rectores del Palacio de Mineria, febrero 28, 2011)